miércoles, 24 de noviembre de 2010

Rosa sin espinas








Soy Sara. 45 años en la vida y estoy aquí paralizada. Delante de mi, una puerta. El marco esta corroido por la humedad y trocitos de madera están a punto de caer. Seguramente le haría falta una mano de pintura, pero ya se sabe, hay otras urgencias que cubrir. Lo que se llama CLASE MEDIA SUFRIDORA, siempre en las trincheras, siempre con economía de guerra, pero siempre con una sonrisa en la boca. Hasta el felpudo es optimista, miro a mis pies y leo un efusivo “bienvenido” en letras rojas. Lo leo una y otra vez, pero solo me produce escalofrios.Solo tengo que pulsar el timbre y ella me abrirá la puerta de par en par. Me dará un par de besos y pegara un grito de abuela al ver a Tania su nieta quinceañera.
Siempre ha sido la típica madre compresiva. La que lo entendía todo. La de veces que le habre fallado, unas inconscientemente, pero otras veces de forma deliberada y muy premeditada. He perdido muchas amigas por mucho menos. Pero mi madre, Rosa, siempre estaba atenta para poner la otra mejilla, para alargar la mano y sea como fuera intentar solucionar los problemas. Y al otro lado estaba yo, caprichosa, impulsiva y con ganas de comerme el mundo, pasando por encima de quien tuviera que pasar. El fin justifica los medios. Esa era mi premisa en la vida. Solo quería salir de aquel barrio a todo costa. La pirueta que escogí para mi cambio de vida fue un triple tirabuzón sin red. Triple porqueuno me lleve por delante un matrimonio, dos mi nuevo marido era mi jefe y tres rompí con mi novio de toda la vida.
La caída fue de los mas dulce y comence a vivir una vida que no conocía, pero que continuamente soñaba.
Duplex en pleno centro. Chalet en la sierra. 3 chachas. 2 jardineros. 5 cocineros. 3 perros. 4 coches y dos motos. Multitud de gente que me agasajaba. No me daba tiempo a vaciar cada copa que llenaba. Un telón de acero cayo y me separo de mi antigua vida. Traicione mi pasado. Me daba vergüenza acercarme a mi barrio, a mis raices. El color rojo en mis mejillas saltaba al entrar en la casa de mi madre y la distancia se hizo enorme. Tania la conoce como esa mujer que le da arrumacos en navidad. Conoce mas de la vida de su asistenta peruana que la de su propia abuela. Mi madre saco las espinas de su nombre. Su color rojo paso a blanco y algo se marchito dentro de ella, pero siempre se mantuvo ahi, en un discreto segundo plano.
Es muy importante recordar que el salto fue sin red, la causa un contrato de separación de bienes, que es la consecuencia por la cual me encuentro en esta situación. Bueno eso y una secretaria corta de mente y con una falda mas corta todavía.

Sigo de pie como una estatua con todas mis maletas. Avergonzada intento esconder el logo de Louis Vuitton que tanto me gustaba mostrar a mis antiguas amistades. Todo me echa para atrás. Tengo ganas de salir corriendo. Las manos las tengo sudorosas, mi maquillaje no consigue esconder mis acentuadas ojeras y directamente me están entrando ganas de vomitar. Tania me mira con cara perpleja preguntándose a que esperamos.

Muchas veces había soñado una situación parecida. Yo aparecía con mi coche en una carretera solitaria y perdida en la que no parecía existir nadie más. Estaba parada delante de un semáforo en rojo y el disco no cambiaba de color. Yo no tenía el valor de saltarmelo y esperaba y esperaba. La de noches que tuve esta pesadilla y me despertaba hundida en sudor. Una barrerra imaginaria me impedía avanzar y yo no era capaz de seguir hacia delante. Siempre he sido un mar de dudas e influenciable, muy influenciable. Me costaba dar los pasos en la vida y creo que siempre los he dado con prisas y a la carrera.

El hecho de volver a casa de mi madre conllevaba dar un paso atrás. Volver al lugar de donde escape. El triple mortal ha acabado en aterrizaje forzoso. Ya no puedo mas. Llamo al timbre. Se oye una voz canturreando una canción, se abre la puerta y veo a mi madre. Lleva un pañuelo en la cabeza, chandal de algodón, y una camiseta agujereada. Esta mas vieja, no la reconozco. La ultima vez que la vi tendría 10 kilos mas. Los cuatro pelos que salen del pañuelo muestran unas canas blancas y un pelo descuidado que pocas veces habrán pasado por la peluqueria. Su imagen me evoca ternura al mismo tiempo que un sentimiento de lastima.

“Estoy limpiando, bienvenidas mis mujercitas”- nos dice dandonos un efusivo abrazo a las dos.

Noto un olor a lejia al acercarme a ella y mi primera sensacion es de rechazo. Todas las ventanas estan abiertas y el frio de la calle golpea directo en la piel. Ambiente espartano. Nada de lujos. Veo desde la distancia como mi madre abraza una y otra vez a Tania. Ella sorpresivamente sonrie y recibe con gratitud las muestras de afecto.
Me miro y me averguenzo de mi vestimenta. Por momentos el tono rojo vuelve a mis mejillas. Llevo tacones altos, medias de rejilla, falda con foulard a juego y tres cuartos gris roto. Solo enumerarlo me cuesta.

Me quito el abrigo. Miro a mi madre y le digo: “Mama, estoy contenta de volver a verte”.
Solo me sale eso. Me quedo callada. Petrificada. Avergonzada.

Ella me mira y me dice “Yo tambien, hija, yo tambien”

martes, 16 de noviembre de 2010

Una tarde con don....


Una tarde con don..

Mi mujer me estaba esperando en casa. Yo había salido tarde de trabajar. Y lo peor es que no me había dado tiempo a cambiarme. Entre directo al baño. Me quite los 3 pelos rizados que tenia en la cabeza y solté los restos de liquido que todavía llevaba cima. Creía que ya estaba más o menos decente, pero no, llevaba un poco de lubricante en la suela del zapato. Hacia un ñic ñic al andar. Me limpie con un trapo y ya estaba listo para la vida familiar.

Lo siento dije al entrar en la cocina. Un tío pesado no quería usarme. He esperado diez minutos en un cajón. Estas esperas me ponen nervioso. He oído las típicas excusas.

-“Que no es lo mismo” “Fíate de mi” “No pasa nada”

Pero la chica ha sido dura y le ha soltado un contundente:

-“Pues conmigo no cuentes”. “Que no quiero sorpresas”.

Hoy tenía ganas de trabajar. Yo he permanecido tranquilo y lubricado en mi puesto. Me he dado una loción de fresa y todo. No soy de muchos artificios y moderneces como esas, pero es que el cliente es el que manda. El mercado se está llenando de universitarios con master. Ves su currículum y que si master en superficie estriada, curso para conseguir un grosor mas fino, maestría en máxima lubricación, doctorado en total sensibilidad…. A un cincuentón como yo no le queda más que reciclarse. Pero siempre he sido un buen profesional. Solo he tenido una rotura y fue porque fui a trabajar un día sin dormir después de una boda. No lo vuelvo a repetir. Estos jóvenes de hoy en día solo hacen chapuzas.

Finalmente al chico tras tantos intentos fallidos, le han podido las ganas. No había otro camino para el placer y he visto la luz. Un joven con acne ha abierto el cajón. Sus manos sudorosas casi hacen que caiga al suelo. Era como estar en una pista de hielo. Finalmente me ha cogido con la boca y pedazo mordisco me ha pegado para sacarme del envoltorio. Esto no es normal. Me voy a quejar al sindicato. Las condiciones de trabajo cada vez son peores. Esta juventud no sabe que me puedo romper o que? Y luego tengo que dar parte al seguro! Ha tenido suerte que haya esquivado sus dientes. Bueno y yo con él también. Ha sido un trabajo fácil. 50 segundos de reloj y para casa. La que no estaba tan contenta era ella. Su respuesta ha sido un incredulo“¿Ya esta?”. El hecho un ovillo no podía mirarla a la cara. Estos no se si repiten.

Me gustan estos trabajos fáciles. Pero el otro día tuve que hacer horas extras. Me salió un trabajo para un actor porno que nadie quería. Pero que se le va a hacer. Hay que pagar las facturas. Estuve ahí en el acto del amor por lo menos unas tres horas. Me salieron agujetas por todo el cuerpo y los gritos de ella casi me provocan una sordera. Que mala suerte que se me olvidaran los tapones en casa. Aparte el reuma cada vez es mas molesto. Una vida trabajando entre humedades es lo que tiene. Pero ahí estamos aguantando el tirón.

Uno comienza a no estar para muchos trotes. Tengo ganas ya de coger la jubilación. Mi sueño dorado es que me reciclen en una figurita de látex. Vivir mis últimos días en una balda de una sala de estar. Sin ningún stress. Para mas inri el trabajo últimamente escasea con tanta pildorita de antes y después. Y ya de la iglesia ni os voy a hablar. Mejor les vendría a los curas usarme y ser menos inquisidores. Cualquier día me veo olvidado en la balda de una farmacia. O lo que es peor en un supermercado aguantando esa musiquilla repetitiva todo el día. Mi primo no aguantó más e hizo las Americas. Pero los clubs de castidad le han hecho polvo. Malditos Jonás Brothers. Y en África ni te cuento. Allí trabajan 3. Ya le he dicho a mi hijo que ni se le ocurra seguir mis pasos. Nada de estudiar para condón, que sea vaselina como su abuelo, que la sequedad anal no pasa nunca de moda.

Menos mal que mi mujer es DIU, trabaja en el mismo ramo y me comprende.


miércoles, 10 de noviembre de 2010

Mama. Futbol. Hombre.Pelo en pecho.



Son las dos de la madrugada. No tengo sueño. Sufro un fuerte dolor de cabeza. El típico efecto después de una fuerte y rápida subida de adrenalina. Hoy era el día en el que tenía que tomar una decisión, bueno más bien realizar una declaración, pero todavía no asimilo lo que ha ocurrido.

De pequeño siempre se te plantean diferentes caminos. No sabes muy bien como, pero al final decides. A quien quieres más a papa o mama. Te gusta el fútbol o las muñecas. Eres un hombre o un cobarde ratoncillo. Tienes pelos en el pecho o eres suave. Ríes o lloras. Golpes o caricias. Yo siempre dudaba. Miraba a mi madre. Ella torcía la mirada. Y yo decía.

Mama. Fútbol. Hombre. Pelo en pecho. Risas. Golpes. Y todo de carrerilla. Sin pensar.

Yo era su hombrecito. Su único hombrecito. Digo esto porque mi padre nunca estuvo. Bueno como ella nos contó. Un día salio a por tabaco y no volvió. Como en las películas. Ella era así. Siempre ponía coraza a todo. Creo que lo paso tan mal, que su mente lo olvido. Pero con ello también se llevo sus sentimientos. El hielo emanaba calor a su lado. Y yo sin embargo brotaba sentimientos sin control como una fuente en invierno. Pero ese brote se fue secando. Bueno mi madre puso un tapón en la boquilla de la fuente y me volví frío como ella

El día ha sido muy duro. Un carrusel de sensaciones. He subido y bajado. Mi corazón ha dado vueltas y de poco se sale del pecho. Mi vida después de dar muchas vueltas al final es estable. Pero no siempre ha sido así.

Nunca me falto de nada. Nada físico quiero decir. Lo sentimental era todo caréncias. Mi madre se dedico en cuerpo y en alma en mí. Pero como si de un general se tratara. Vida castrense. Yo era un soldadito que estaba en la guerra de la vida. La vida que es muy mala. Como decía ella. Tenía que Comer bien, Estudiar mucho y Dormir bien. Todo BIEN en abundancia para ser un buen cristiano. Lo de ser cristiano. Lo más importante. El papa Juan Pablo creo que pago medio vaticano con los cuadros que poblaban mi casa. Creo que si no hubiera estado yo. Mi madre habría sido monja. Pero bueno lo de los ideales de mi madre no los quiero ni contar. Rouco Varela es un hombre de izquierdas a su lado. Las palabras aborto, eutanasia, homosexualidad eran palabras prohibidas. Si un día escuchaba una noticia con alguna palabra de estas, había crisis en casa. Ella no podía evitar esconder su cabeza entre sus rodillas y lloraba y lloraba. Pero el colmo es que lloraba aunque la noticia fuera a su favor. El solo hecho de pensar en ello le carcomía la cabeza. Su religiosidad era enfermiza. Pues así fue mi infancia. Me fui inmunizando. Me metí en la rueda. La rueda que siguen todos. Bueno lo que para mi madre eran “todos”. Todos los cristianos de buena familia.

Bautizo. Comunión. Confirmación. Carrera de empresariales. Empresa de importación/exportación boda por la iglesia con mi novia de toda la vida.

El día que nació Cintia fue la primera vez que vi sonreír a mi madre. Su hombrecito había sido padre. Pero aquello no duro. Aquella linda muchacha, se convirtió en un ogro. Todas las caricias se convirtieron en rozaduras. Todo se hizo insostenible. Y aquella relación paso a convertirse en una pesadilla. El día que se lo dije a mi madre, creo que su rostro envejeció 3 años de golpe. Una arruga en su frente, me recuerda siempre a Rosa. Mi primera mujer. La cara de mi madre comenzó a mostrarme el mapa de mi vida.

Intento incorporarme de la cama. Pero veo como mi pareja se abalanza sobre mí. Me mesa los cabellos. Me tranquiliza. Y me dice susurrándome: “Jose Luis, tranquilo, necesitas descansar...”


No lo pase nada bien tras mi divorcio. Deje el chalet familiar. Compre un duplex. Mi nivel de vida no bajo. Mi empresa iba bien. Pero mi vida interior estaba resquebrajada. Mi castillo se hundió. Sinceramente sus cimientos eran de arcilla. Así que tampoco me sorprendió. Mi madre fue agradecida y sensible como siempre. Me ayudo a su estilo. Me hizo el vació. Directamente decidió dejar de hablarme.
Ella decidió juzgarme sin la justa presunción de inocencia. Yo era el culpable del fracaso de mi matrimonio. Yo fui el que hizo que todo fuera mal. Yo fui el que hizo que mi mujer engordara 20 kilos. El que le hizo cambiar de humor. El que hizo que mi hija fuera una rebelde. Lo más triste fue que me lo creí. El sentimiento de culpa pesaba como una losa. Y mi madre había dado su dictamen. CULPABLE.

Imaginar a un hombre desesperado e infeliz que cuelga de un precipicio. Solo se mantiene agarrado frágilmente con una mano a la tierra. Ese hombre espera una ayuda. Alguien que te eche un cable. Pues tu ser más querido te pisa la mano y deja que caigas lentamente.

Intente volver a construir mi vida. Y me centre en lo que se me daba bien. Mi trabajo. No es que me centrara. Me obsesione. Llegue a dormir una semana entera junto a mi escritorio. Mi colchoneta hinchable curaba mis heridas. Comer siempre entre las 4 paredes de mi oficina. Fuera de allí me sentía vacío. Y siempre a mi lado estaba ella. Maria. Mi secretaria. Ella me despertaba por las mañanas con un café. Ella se quedaba a repasar las cuentas. Ella me escuchaba. Ella era como yo. No tenía vida. Y como no pudo ser de otra manera. Entre informe e informe. Entre balance negativo y positivo. Surgió el amor. Y nos casamos. Realmente nuestra vida no cambio. Todo seguía siendo igual. La base era el trabajo. Había cariño. Pero cariño también tengo a mi perro. Lo digo todo con eso. Yo creo que todo fue una excusa. Una excusa para volver a hablar con mi madre. Me costo. Le llame 10 veces. Y las diez veces me rechazo. El odio era algo que guardaba sin necesidad de conservantes. Yo le había fallado. Le había fallado gravemente. Me había divorciado. Recuerdo como si fuera ayer. Cuando a la decimoquinta vez que le llame, me cogió y me dijo:

- “Espero que lo que me quieras decir es que te has muerto, sino te cuelgo ya”
- “Mama, NOOO, tengo que contarte algo importante!
- ¿Te has muerto o no?
- Mama, me caso y ella se llama Maria.

Durante 15 largos y duros segundos no dijo nada. Y finalmente espeto:

- Mañana voy a tu casa, que tenemos muchas cosas que preparar, hijo.

Aquello comenzó a funcionar de nuevo. Yo era “feliz”. Tenía mi trabajo. Tenía a mi mujer. Y tenía de nuevo a mi madre. Que aunque fuera un ogro. Era mi madre. Y mi única familia. Todo discurría como un reloj suizo. Trabajar y trabajar. Y un domingo al mes íbamos a la casa de la sierra los 3. Monotonía pura y dura.

Pero todo se trunco. Un DIA Maria dijo la palabra fatídica: HIJOS.

Era como querer ganar la lotería sin comprar un décimo. Mi única opción es que se repitiera el milagro de la Biblia. Pero yo no era Jose ni ella la virgen Maria. Así que ella se quedo con la empresa. Todo mi dinero. Y lo mas importante mi vida. A mi querida madre le salieron patas de gallo. El pelo se le quedo blanco. Y volvió de nuevo el voto de silencio.

Me mude a un loft compartido en un polígono industrial. Fue lo más barato que encontré. Estaba arruinado por dentro y por fuera. Pero no hay mal que por bien no venga. Conocí a Rebeca. Ella era la propietaria. Artista multifuncional. Hacia un poco de todo. Escultura. Pintura. Perfomances. Moderneces. Lo que siempre odie. O más bien lo que hicieron que odiara. Vendí todo lo que tenia. Y me dedique a vivir la vida. A salir de fiesta. A ser feliz. Los amigos de Rebeca eran mis amigos. Gente abierta. Bohemia. Sin tapujos. Que estrujaban la vida. Y en este ambiente. Conocí a mi pareja actual.

Y esa es la base y la causa de la decisión que he tomado esta noche. He quedado con mi madre para cenar. Ella se creerá que le voy a decir que me caso. Si, tengo que contarle que tengo nueva pareja. Pero ella no sabe que es un hombre. De momento no me caso. Y se llama David.

Estaba nervioso como un flan. Me había vestido lo más masculino que había podido. Me temblaban las canillas. Las manos me sudaban. Una sequedad aguda en la garganta me hacia rellenar la copa de vino de forma convulsiva.

Finalmente mi madre llego. Ella. Impasible. Vestida de negro y gris. Sin una mínima muestra de color. Toda sobriedad. Me soltó toda una serie de retahílas casi sin sentarse.

- Estas delgado. Tienes ojeras. Tienes que comer más. Tienes que vestir más elegante. Pareces un veinteañero. Tienes que sentar la cabeza. No se que vas a hacer en la vida. Sollozos. Cuéntame lo que tengas que contarme. Pero que sea bueno, por favor...

En total estado de colapso, solo pude decir lo siguiente:

- Papa. Muñecas. Cobarde ratonzuelo. Suavidad. Llorar. Caricias.

Todo seguido y de golpe. Lo que siempre soñé y quise decir de pequeño. Y después de la hombría declaración de mis sentimientos, me desmaye vilmente como una damisela.

Una ambulancia vino al restaurante. Y aquí estoy tumbado en la cama de un hospital con mi querido David. Mi madre cree que estoy loco. Pero algo se huele. No he conseguido salir del armario, pero he abierto un cajón de la cómoda. No se gana la guerra en un día. Y más en una guerra como la mía. Lo mas parecido a la III Guerra Mundial y con mi madre en el rol del nuevo Hitler.

- ¿A que si David? - Le pregunto con cara de bueno.
- Claro mi amor – dice con dulzura.