miércoles, 21 de diciembre de 2011

ELVIRA


ELVIRA

! Alberto, guardian de mi corazón!

Hasta ahora he pasado a hurtadillas por tu vida, pero soy alguien que te tiene en su mente día y noche. Nuestra relación es prohibida. Silenciosa. Amantes con antifaz que luchan contra su propio destino. Miradas furtivas en lugares comunes. Mi piel se eriza cada vez que me hablas. Mis nervios se desenfrenan cuando me señalas. Mis sentidos se descontrolan cuando huelo tu after shave cada mañana. Mi tensión se descontrola cada vez que nuestras manos se rozan al darte el cambio. Mi corazón se alborota cuando nuestras miradas se cruzan. La pena se desata cada vez que sales por esa puerta y una fuerza irrazonable me hace pensar en saltar el mostrador, correr por las calles en tu búsqueda y gritar al aire :!No me olvides, vuelve!

Todas las mañanas cuando me levanto solo pienso en una cosa. El momento en el que entras por la puerta de la panadería y veo tu cara.   Tu piel suave y blanca me recuerda a la harina, y tu carne a la masa. Suspiro cada día moldeando tu baguette. Cuando la meto en el horno, noto tu calor y al salir ,crujiente, se que te va a gustar. Todos los días disimulo como si no supiera lo que fueras a pedir, dudo unos segundos coqueta, te sonrió, espero oír tu voz y  cojo sutilmente esa barra de pan que luego te llevaras a la boca. Me mimetizo con esa barra, suspiro jocosa y pienso que luego me llevaras a tu boca, que notare tus labios carnosos y que seré tuya para siempre.

Mi corazón envejece los días que no te veo. Tu ausencia me duele. No quiero que tengas puentes ni vacaciones. Los días que tu baguette se queda sola en la estantería, siento que nuestro vinculo ha fallado. Al caer la noche, la cojo, la abro de par en par buscando un culpable y la devoro a dentelladas. Dentelladas de sufrimiento y rabia, pero que pasados unos minutos se convierten en ilusión.Ilusion de volver a crear  una nueva oportunidad para los dos. Las fiestas de semana santa si que son un vía crucis para mi. Nunca quiero que llegue el verano. No te quiero compartir con nadie. Noto que tu y yo podemos ser felices. Pero el miedo al fracaso me tiene atada entre las cuatro paredes de esta panaderia.

Mi estado de animo sube y baja con la volatilidad de la bolsa. Alterno fases de silencio  pensativo con raptos de euforia expansiva. Pero haga lo que haga siempre acabo igual. Con algo en mis manos que llevarme a la boca y siempre maldigo porque no son tus labios. Los ositos de gominola me tranquilizaban los días que  no te veía. Las palmeras de chocolate calmaban mi ansiedad cuando te notaba distante. Los chuchitos de nata eran la ayuda que me hacían ver la luz al final del túnel. Y en los puentes largos mi única tabla de salvación eran las bombas triples de chocolate rellenas de crema pastelera.

El día que llegué a los 3 dígitos en la bascula supuso un punto de no retorno en mi vida. Era el momento de cambiar. Era el momento de demostrarte de lo que soy capaz. De poner la carne en el asador .He comenzado a limpiar mi mente y mi cuerpo. Ayuno todos los días y me voy a convertir en la chica de tus sueños. De hecho ya soy esa chica. Te lo puedo asegurar. Confiá en mi. La palabra chocolate ha desaparecido de mi vocabulario. Mi tablero de la oca salta de la casilla de las verduras a la plancha a la del pescado blanco. Nuestros dados nunca mas nos llevaran a la cárcel patrocinada por McDonald ni a la posada de Tele-pizza.

Se que esas llamadas perdidas son tuyas. Ya no tendrás que esconderte en la privacidad de la redes telefónicas. Puedes lanzar tu red, que yo voy a caer en tu anzuelo. Llamame, pero sin escudos, sin números privados, sin llamadas perdidas en la medianoche. Mi móvil solo tiene un botón: ACEPTAR. La opción de rechazar la borre en nuestro destino.  Deseo besarte. (Un enorme beso de carmín hay debajo de estas letras). Acercarme a ti. Abrazarte. No soltarte. Eres el motor que hace mover mi cuerpo cada mañana.

Hoy por fin he decidido dar el paso. La semana pasada  la diosa fortuna me dio una oportunidad. Fuiste a pagar y dejaste las llaves sobre el mostrador. Vi claramente que era una señal. Un juego. Una complicidad entre enamorados. He rezado al dios que nos protege durante meses para que esto sucediera. Deslice mi mano con sutileza, y como un ladrón de guante blanco, las llaves cayeron suavemente en el bolsillo de mi bata.

Hoy es el día X. El día señalado. El primer día de nuestra nueva vida. Los guerreros del amor bajan a la trinchera. Los cañones están a punto de estallar y un aroma a victoria se respira en el ambiente. Solo un instante antes del momento deseado. Tres metros de corto pasillo. Recorrelos y detrás de la puerta de tu habitación estaré yo.


Besos desde la penumbra
Te espero
Elvira

 
Titulo Final: PANADERA BLANCA SOLTERA BUSCA


jueves, 1 de diciembre de 2011

Yo no quise ser como el doctor Heimlich


 La maniobra de Heimlich es llamada así por el Doctor Henry Heimlich, que fue el primero en descubrirla, en 1974. 

Grande este Heimlich. Doctorado en Medicina en el Weill Cornell Medical College. No como yo que me licencie en la Universidad Complutense de Madrid. Me entra síndrome de Paco Martinez Soria cuando leo la biografía de esta gente. De todos modos es algo cercano y cotidiano en el entorno en el que crecí. Viví en una familia de 4 hermanos. Mi padre era medico. Mi hermano mayor neurólogo, el segundo cirujano y el tercero psiquiatra. Todos licenciados con honores en los estados unidos. Todos catedráticos y expertos teóricos en teorías técnicas pioneras a nivel mundial. Pero también expertos en ser los tipos más arrogantes y vanidosos en cualquier tema que se les pondría a tiro. Yo era el pequeño de la familia. La gran esperanza blanca. El ultimo eslabón. El que iba a cerrar una estirpe de reconocidos médicos. Pero creo que tal vez la apatía pudo conmigo. Una presión desmedida acabo con mis huesos en una tumba llamada mediocridad.

Recuerdo que cuando tenia 10 años mi padre me llevaba al hospital y recorría aquellos largos pasillos de su mano. Siempre me parecía gracioso el hecho de que todos fueran vestidos con diferentes colores. Unos de azul, otros de rosa, otros de verde y mi padre de un blanco nuclear. Siempre impecable. Medico Jefe de la planta 3. Todos clasificados por colores en una competición de equipos. De todos ellos me quede con el verde. El verde esperanza de las enfermeras. Las enfermeras que me cuidaban mientras mi padre trabajaba. Fue mi segunda familia. Recuerdo las carantoñas que me hacia Conchi y como me estrujaba contra sus carnes. Años más tarde me entere que fue una de las amantes de mi padre y creo que yo le daba el cariño que no él le proporcionaba en su papel secundario de la “otra”.

Tal vez por ello cuando tuve que decidir que camino elegir en mi vida profesional una palabra vino a mi mente: ENFERMERO. Para que elegir el camino de espinas, cuando puedo hacer algo sencillo y que me gusta. Sin presiones, sin angustias, sin insomnio por no saber separar trabajo y vida. ¿Y si mi pretensión en la vida no era mas que ser un tipo normal?.Un tipo extraordinariamente normal. Doblemente simple. Anormalmente no diferente. No quería destacar, no quería ser un tipo notable, lo único que quería ser empezaba por f y acababa por d. FELICIDAD. Pero ese sustento, tu familia, que piensas que siempre te va ayudar y apoyar en tus ideas puso una serie de letras entre la f y la d, que no fueron mas que duros obstáculos que tuve que saltar para llegar a mi meta.

Primero una ferocidad brutal ante mi decisión. Mi madre me amenazo con desheredarme. Quitarme el apellido. Echarme de casa. No darme de comer. Para acabar directamente por no hablarme y hacerme un vació total. Durante dos semanas sentí la soledad de un explorador que camina solo por la nieve en busca de su polo que le dirija al norte.

Segundo una frialdad heladora. Creo que mi hermano el psicólogo les dijo que lo mejor era darme la razón como los locos y aplicar lo que llamaban psicología inversa. Volvieron a hablarme, nadie me llevaba la contraria. Todo eran facilidades y sonrisas. Es tu futuro. Eres tu el que decides. Te apoyaremos en todo. Durante algún instante tantas facilidades me hicieron dudar, pero tanto cariño que nunca había visto, me hizo desconfiar.

Tercero y ultimo se paso al estado de frivolidad total. Como veían que la indiferencia y el dejar que yo me diera cuenta por mi mismo de mi error no funcionara. Decidieron atacar con sus misiles tierra-aire al centro de sujeción de mi existencia: Mi dignidad. Risas. Burlas. Chistes. Carcajadas. Mandíbulas desencajas. Mi casa era un carrusel del humor en el que mi cabeza tenia forma de diana. Se vio atacada mi masculinidad por querer trabajar en un mundo de mujeres. Me animaron a salir del armario. Me denigraban diciéndome que solo limpiaría culos y que me saldrían callos en las manos de poner inyecciones. Toda comida de domingo que se dignara, acaba con una seria de ataques a mi persona.



Pero como dice el refrán, lo que no te mata, te hace mas fuerte. Lo único que hicieron con su actitud es que cada día tendría las cosas mas claras. Y el solo hecho de imaginar a mi madre contando a sus estiradas amigas que su hijo era enfermero me hacia relamer de satisfacción.
Me convertí en la oveja negra de la familia. Un bicho raro. Un paria. Un judío en este mundo nazi en el que si no eres como los demás solo te queda escapar de la cámara de gas que es la sociedad.

El Doctor Heimlich era una persona que había logrado disminuir en un 25% el numero de muertos por asfixia.

La lista de logros que había conseguido en mi vida desde que me gradué creo que van a pasar la historia de la enfermería. He conseguido recorrer los 15 metros que hay desde la recepción hasta la ultima habitación de la planta en 20 segundos. Eso si resbale en el ultimo momento y choque contra el suelo. Unos ronchones resecos de color rojo pegados a la pared me recuerdan todos los días que siempre fui un tío estacionario. Mi segundo logro tiene que ver con las bonitas sesiones nocturnas que se pasan en los hospitales. Logre tomarme en el turno de noche 10 cafés de la vetusta maquina de la esquina sin que mi aparato digestivo me dijera: “tienes una emergencia”. Mis compañeros guardaron los 10 vasitos, los apilaron uno encima de otro y pusieron una plaquita en forma de trofeo. “Premio tu aguantas lo que te echen”. Guasones que somos los enfermeros. A partir de esos momentos todos los pacientes mas problemáticos me los encajonaron a un servidor. Y de ahí surgió mi ultimo mi gran logro que fue conseguir que una familia gitana, que cuidaba a un patriarca convaleciente, no colapsara la habitación. Conseguí que hicieran turnos de siete en siete. Toda una victoria si supierais que el primer día se presentaron 50 personas dentro de la habitación. Aunque la victoria fue menor, si se tiene en cuenta que cada tarde tuvieran una sesión de taconeo, como si su habitación fuera el tablado del Corral de la Pacheca. Por lo menos conseguí que el gitano de la guitarra no subiera el amplificador y cantara en acústico sus sesiones homenaje al patriarca. Es lo que tiene el mundo de la enfermería. Los logros no pasaran a la historia de la medicina. Pero tal vez se podría hacer un fanzine del humor con todas las historias que nos suceden.

La maniobra de Heimlich es una técnica de emergencia para prevenir la asfixia cuando se bloquean las vías respiratorias de una persona con un pedazo de alimento u otro objeto.

Asfixia era lo que sufría yo. Pero era una asfixia que no se solucionaba con un golpe seco. Mas bien era algo permanente y periódico que me sucedía cada vez que me tenia que relacionar con mi familia. Poco a poco el foco censor con el que me observaban fue bajando la potencia. Nuestros lazos se fueron soltando. Nuestros nudos marineros encontraban fácil solución. Pero todo gracias a dos ingredientes el tiempo y la distancia. Y finalmente me quede solo. Solo a media luz. Nadie se interponía en mi forma de mi vida. Pero tampoco había nadie para interponerse. Tantas ganas tenia de estar por fin solo, que siempre buscaba una excusa para romper con mis parejas. Ninguna colmaba mis expectativas. Me convertí en un mal sueño para mi familia. Una pesadilla que no sucedió. Un borrón en el cuaderno.

Pero como todas buena pesadilla, siempre se vuelve a repetir y yo volvía a ver a mi familia en una fecha fija todos los años. 25 de Diciembre. Navidad.

5 metros de madera maciza. Un chalet con piscina. 2 Filipinas, un ecuatoriano y un boliviano como servicio. Un padre ejemplar. Una madre con 3 liftings. 3 hermanos. 3 cuñadas. 1 abrigo de vison, uno de chinchilla y uno de zorros. Un mercedes. Un BMW. Un todo terreno gigante. A cada cual mas grande. En una mesa supletorio siete niños de los que no conozco sus nombre me gritan tío,tío,tío..
..


Y yo ahí callado sentado en una silla, esperando las embestidas.



  • ¿Y que tal te va en el trabajo? La primera pregunta siempre era blanda para empezar
  • ¿Mucha presión? Risas
  • ¿Has cambiado el uniforme verde por una mas fashion? Risas II
  • ¿Que tal van las novias? Risas III
  • ¿Que tal tu ultima operación...(silencio 1,2,3) de cambio de pañales? Risas IV.

Y en ese jolgorio de risas y carcajadas. Veo que mi madre. Mi querida madre que me ha machacado toda la vida. Empieza a pedir ayuda. Empieza a toser. Comienza a mover las manos. A hacer aspavientos incontrolados. Los ojos se le dan la vuelta. Un tono morado empieza a aparecer por sus mejillas. Algo esta obstaculizando su garganta. Durante unos segundos pienso que es su bilis. O su lengua viperina con la que creía que muchas veces iba a morirse como las culebras al mordérsela. El rencor me inunda y dudo durante unos segundos dudo si merece mi ayuda. Recuerdo primero de carrera de Enfermería. La clase de Primeros Auxilios. La maniobra de Heimlich. Pongo a mi madre de pie, le abrazo por la espalda con los brazos. En esta posición le presiono con una mano cerrada y la otra recubriendo la primera. Apoyo el puño con el pulgar sobre el abdomen y presiono hacia el centro del estomago, justo por encima del ombligo y bajo las costillas.

Una aceituna sale volando de su boca y atraviesa toda la mesa, hasta dar en la frente de mi padre.
Las risas se enmudecen. Todos me miran con  cara de incredulidad y de desconocer que es lo que “coño” ha ocurrido. Mi madre respira, me mira a los ojos y me da un abrazo. El abrazo mas largo que recuerdo desde que decidí ser enfermero. Noto como las partículas que componen mi vida se recolocan y una cosa llamada dignidad se posa sobre mis hombros. No hace falta dar explicaciones, no hace falta entrega de medallas,no hace falta golpecitos en la espalda. Recuperé un estatus y mi madre volvió a mirarme a los ojos. Aunque también creo que tiene que ver el hecho que el día antes de este incidente me apunte a Medicina por la UNED. Coincidencias que tiene la vida.