miércoles, 30 de marzo de 2011

RELATO ENCADENADO


ENCONTRARAS DELFINES


Me despierto con unas ganas tremendas de llorar, pero como tengo mucho trabajo decido que llorare mas tarde. Un informe, dos informes, tres informes…No tengo mas trabajo, solo recuerdos, solo su imagen, su olor,…rompo a llora desconsolada. El se ha ido. Nunca más le volveré a ver. Me espera un nido vació, volver a empezar, echar a amarras y comenzar un nuevo viaje sola. Un barco a la deriva va a zarpar y el capitán ha perdido su brújula.
De repente un delfín aparece en la proa de mi barco. Hace piruetas. Me froto los ojos intentando apartar las lágrimas que me impiden ver con claridad los magníficos saltos.
Es el delfín que yo idealicé y siempre supuse compañero de mis padres en el Mar de la Plata cuando fueron lanzados desde un avión en plena dictadura. Siempre quise suponer que los delfines acompañaron hacia la orilla a aquellos infelices represaliados.
El viento me impulsa y durante dos semanas el delfín me sirve de guía. Una mañana el delfín ya no esta. Me encuentro a cinco millas de la tierra, sin viento, sin combustible y sin delfín, pero con mi pena. El mar parece una balsa. Espero en cubierta a que el viento comience a soplar, comiéndome mi última bolsa de pipas Facundo.
Pero allí están, las estrellas, siempre allí.
Miro al cielo, y durante unos segundos veo la cara de mi padre reflejada en una de esas pequeñas estrellas que iluminan mi camino. “! Che Boluda, despierta, ¡Seguimos contigo!, no hay nada imposible”. Bajo al mundo real, me pongo mi mejor vestido y salgo a la  calle dispuesta a comerme el mundo.


Este es un relato encadenado hecho por:

Arial ------------------------Alberto
Courier---------Xavi
Tahoma------------- Paquita
Times New Roman------ Flor
Betang ----------Inma
Berlin Sans------------ Claudia

miércoles, 23 de marzo de 2011

Momentos en Silencio


Estoy tumbado en la cama de la habitación número 37 del piso tercero del Hotel Majestic. Siempre la misma habitación a la misma hora. Hoy es el día. Miércoles. No es martes, ni lunes. Es mi miércoles y hoy la volveré a ver.  Es la ilusión de mi semana, un oasis en un desierto que me ahoga, la luz que me hace levantarme cada mañana y avanzar en una vida de penumbra que no me interesa. Estoy nervioso como el quinceañero que espera en su primera cita.  Es la séptima semana que quedo con ella. La conocí de forma ocasional en una convención. El flirteo, paso a caricias y las caricias se convirtieron en un encuentro brutal en el asiento trasero de mi BMW familiar. Me quede prendado. La monotonía me había asfixiado y aquella melena rubia había sido como un soplo de aire fresco en mi vida. No nos llamamos. Somos agentes secretos, tenemos una misión todas las semanas a la misma hora y en el mismo sitio. Nadie se puede interponer en nuestro camino.

Espero al acecho como si de un depredador que espera a su presa me tratase. Afilo mis garras a la espera de mi comida. Llevo hambriento toda la semana y mis tripas rugen en busca de algo que llevarme a la  boca. Un espíritu salvaje me posee y cuando entra por la puerta me abalanzó sobre ella. Busco desesperado su piel y encuentro sus labios calientes que me besan con pasión. Su olor me embriaga, me vuelve loco y la excitación no me deja pensar. Noto como su mano recorre mi espalda y me acelero. Me turbo y mis pulsaciones comienzan a subir de forma descontrolada. Le quito la falda sin pensarlo y la tiro contra la cama. No nos hemos dirigido una palabra. Conectamos, hay química  y los dos sabemos lo que queremos. Le arranco la blusa, sin tener en cuenta que tiene botones, su sujetador vuela, y solo queda su ropa interior, la hago  trizas a base de dentelladas, y ya tengo lo que quería, mi presa esta ahí indefensa, mirándome satisfecha con sus grandes ojos azules. Estoy en el sitio adecuado y en el momento adecuado para ser feliz. Las sabanas vuelan, los muebles se mueven, nuestras pieles sudorosas resbalan y los gemidos se oyen tres pisos mas arriba. Me siento bien. Solo quiero estar dentro de ella. Que se pare el mundo, que yo me bajo en esta estación. Esta parada tiene un nombre y es el mió.

Ella me mira sudorosa con las mejillas rojas  y se apoya sobre mi pecho. Yo suspiro y mi corazón desbocado comienza a dejar de rebotar contra el techo. Le doy un beso suavemente en la mejilla. Le acaricio la cara rozando su piel y noto su calor. Cierro los ojos e imagino que no hay un mundo más allí de aquella puerta. Pasan los minutos, estoy agusto, pero  no nos decimos nada. Siempre me han incomodado los silencios. Prefiero hablar de temas superfluos a aguantar estos momentos mudos. Solo se me ocurre decirle:

-        “Esta mañana he tenido un día horrible en la oficina, vaya discusión con un cliente....”

Veo como ella se va levantando relajadamente y busca su ropa entre un desorden de sabanas.

            -”...un tipo que me decía que no éramos profesionales...”

Ella se pone su falda, encuentra su blusa a 5 metros e intenta recomponer lo que parecen unas medias.

-        “..Yo le he dicho que los contratos están para cumplirlos y que me dijera cuando  le hemos fallado”

Se ha puesto sus zapatos y cuando ha visto que no le faltaba nada. Me ha dicho:

            - Bueno cariño, me tengo que ir, ya hablamos, ¿vale?

Ha pasado una semana. La llevo aquí esperando 30 minutos. Es mi miércoles. En mi habitación de siempre. Ella nunca se retrasa.
No me lo acabo de creer. Me doy cuenta que el otro día tal vez traspase una línea que nunca debí cruzar. Lo nuestro tenía unos límites y quiza no debería haber salido de las cuatro paredes de esta habitación. Nuestro canal no podía tener interferencias de la vida monótona de la que intentábamos escapar y yo sintonice el canal “Historias varias de mi trabajo”.

Intento llorar. El tigre se convierte en gato indefenso. Gimoteo, pero mis ojos se mantienen secos. Aprieto los ojos con fuerza en busca de una lágrima, pero el manantial esta seco. No me puedo engañar, realmente me da igual.  No la quiero. Cojo el teléfono, y como un autómata sin cerebro marco un número que tengo grabado en la cabeza:

- “Cariño, ¿Cómo estas? Hoy he tenido un día horrible en la oficina. Te cuento...”

jueves, 17 de marzo de 2011

Desolacion

DESOLACION

Me llamo Pape y tengo 22 años. Por mi nombre creerás que no soy de este País, pero llevo aquí exactamente 22 años y 4 meses. Me siento de aquí. Lo diré mas alto. Soy de aquí. Este verano celebre el gol de Iniesta como el que más. Los cuatro primeros meses los viví protegido dentro de mi madre. Ella llego a estas tierras con muchas esperanzas y un sobrepeso en su vientre. Los veintidós años restantes he conseguido sobrevivir y no me ha ido tan mal. Mi padre no era persona grata en Guinea y a mi familia no le quedaron mas que dos opciones morir de hambre o emigrar. La elección era bastante sencilla. Buscarse la vida como sea. Nosotros no llegamos en patera como otros, entramos al país como turistas, son privilegios de exiliados africanos ante una dictadura que les perseguía. Pero aquí da igual como llegues. Tu DNI es el color de tu piel y hagas lo que hagas estas marcado.

Mi padre ha trabajado siempre en el campo y nosotros hemos ido detrás de el. En junio la patata, junio la cereza, julio el tomate, luego la uva , la naranja...Nuestro carrusel recolector no paraba de girar. Yo y mi hermana MINA nos hartábamos de comer lo que recogía  mi padre, porque siempre se llevaba una parte de la cosecha como sueldo. Mucho dinero no teníamos,pero en la temporada del cítrico devorábamos naranjas y por lo menos gracias a la vitamina C no pasábamos muchos catarros. En la época de los tubérculos, nos hinchábamos a comer patatas fritas. La llamábamos nuestra época Burger King, pena que nuestras hamburguesas fueran de aire y el ketchup no lo probábamos hasta la época del tomate. Después de una larga temporada nómada, habíamos encontrado un sitio fijo. Era nuestra primera ciudad estable en mucho tiempo, un pueblo costero cerca de valencia, con sus huertas para trabajar en época de recolecta y sus chalets ilegales a 5 metros de la costa para hacer practicas en la construcción. Siempre había un trabajillo para hacer y lo mas importante eramos conocidos por todos, nuestro sobrenombre, “los morenos”. No era en tono despectivo, aunque siempre esta el corto de mente que se reía de nosotros, pero la gente en general nos había cogido cariño. No metíamos mucho jaleo, trabajábamos como soldaditos, sonreíamos mucho y volvíamos a casa sin rechistar. Un poco de estabilidad nos había venido bien a todos, por fin habíamos conseguido un hogar de verdad.  Habíamos dejado el mundo de los barracones, de las casas prefabricadas y de los hostales de un tenedor. No era ninguna maravilla, pero era nuestra casa, 60 metros cuadrados,con 2 habitaciones, una para mis padres y otra para mi hermana y un servidor, cocina-comedor y un baño. Llevábamos once meses y 10 días viviendo allí. Poco a poco aquel recinto sin vida se había convertido en un mundo de colores, nunca mejor dicho viendo el color de nuestro piel. Nuestro ultima conquista fue el del mundo catodico, nuestra primera tele ha sido el único lujo que hemos tenido en este país desde nuestra llegada. LG 32LE4500. El modelo de la tele se me ha quedado grabado en la mente para siempre. Era nuestro primer avance hacia un mundo de comodidad que siempre habíamos soñado.


  • Pape, ¿parece que no para de llover? - Me dice con cara de preocupación Mina
  • No te preocupes , es solo una tormenta de verano – Le digo susurrándole al oído al mismo tiempo que le toco la mejilla.
  • Mañana tengo que presentar mi trabajo de ciencias en el colegio y es muy importante- me responde abriendo sus pequeños ojos todo lo que podía.

Llevaba toda la tarde lloviendo y el río que transcurría junto a nuestra casa iba cargado hasta arriba de agua marrón. Yo estaba un poco asustado, pero no podía demostrar mi fragilidad.

  • Tormentas como estas hay todos los veranos.- le dije con rotundidad

Ella me sonrió y sus ojos inocentes se tranquilizaron.
Yo nunca había ido al colegio regularmente. Mi madre había intentado siempre darnos algunas lecciones mínimas, pero no había tiempo para todo, había que trabajar. Y allí estaba yo al lado de mi padre. Al principio iba como ayudante y a medida que mis brazos se hacían mas fuertes tomaba el papel de actor principal. Ella nos enseño a leer, multiplicar y alguna cosa básica. Pero no tuve una educación en condiciones. Tampoco me hizo falta para salir adelante, era un chico avispado. Gracias a dios (digo yo que existirá alguien ahi arriba) Mina había tenido suerte, ella podía ser una chica más e iba a  tener la posibilidad de disfrutar una infancia de verdad y tener las preocupaciones reales de una niña de 8 años.

Llevaba dos semanas con su trabajo de ciencias, una maqueta del sistema solar. Me gustaba estar con Mina y ver como disfrutaba con cada momento. Hicimos un gran sol con pasta de papel, lo pintamos de un amarillo fosforito y lo conectamos a una placa de madera negra con una varilla de metal. Luego alrededor suyo colocamos todos los planetas dando vueltas.

  • Mina, mira, aquí en el ultimo planeta de todos en PLUTON hay una chica haciendo un trabajo de ciencias como el tuyo.
  • ¿Si? - Me pregunto ella con una total inocencia
  • Pues claro, tu hermano nunca miente- le dije intentando ocultar una carcajada.

Nuestra tranquilidad se interrumpe de repente, la luz de un enorme rayo se refleja por la ventana y corta nuestra conversación. Yo me quedo con la boca abierta y antes de que pueda responder un gran trueno se oye por toda la casa. Otra tormenta parece que esta en camino. Viendo de nuevo su cara de pavor, decido que es era hora de que Mina se vaya a la cama. Le arropo, le doy un beso de buenas noches y le digo que mañana es su gran día. El gran proyecto de ciencias esta cerca.

Yo no tengo sueño y decido anestesiar mi cerebro con nuestra ultima gran compra. Nuestra nueva televisión. Mi ilusión se va viniendo abajo poco a poco a medida que repaso los canales con el mando a distancia. Programas de cotilleo. Gritos y discusiones. Call Tvs que me dicen que llame a un 906. Escenarios de Cartón. De repente encuentro algo que me gusta. Una película del Oeste. Pero mi alegría dura unos minutos. Anuncios. Los parpados comienzan a pesarme y no me puedo levantar del sofá. Me duermo profundamente .

Noto que mi mano esta mojada. Durante unos segundos pienso que es un sueño. Pero al momento se oye un estruendo fuera de la casa. Me levanto aturdido y miro por la ventana. Un gran lodazal marrón se esta llevando nuestro coche, lentamente a cámara lenta como si de una cinta mecánica se tratara. Dudo unos segundos. ¿Es un sueño? Me golpeo las mejillas con mi mano y noto que es verdad. En ese mismo instante veo como nuestra vieja puerta de madera, que era el siguiente elemento a cambiar en nuestro viaje hacia la prosperidad, se resquebraja por su base y empieza a brotar agua marron. El agua se va acercando como una ola, hasta que llega a mis pies descalzos.


-¡Mina, Papa, Mama, salirrr!- grito lo mas alto posible.

Veo aparecer la cara de mi padre con cara de terror y al abrir la puerta de su habitación el chorro de agua marrón invade cada esquina.

-¡Minaaaa!- grito con todas mis fuerzas

Corro sin control hasta la puerta de su habitación. Doy la luz y veo que no se ha movido de la cama.

  • ¡Pape, tengo miedo! – me dice al mismo tiempo que la agarro en mis brazos.
  • ¡Pape, tengo miedo! – me repite
  • Mina tranquila estoy aquí- le digo saliendo de la habitacion atrompicones

Es hora de salir de aquella ratonera. Estoy descalzo, pero no pienso en buscar unas zapatillas, solo pienso en huir. Le digo a mi padre, “¡Vamonos ya!!!” e intentamos sin éxito abrir la puerta de la casa. Es como la pared de una presa, al otro lado hay una masa de agua haciendo fuerza y poco a poco va entrando en la casa por la base. No lo pienso un segundo, coloco sobre al agua a mi hermana y cojo un pico de obra de nuestros  trabajos en la construcción. Comienzo a golpear la puerta. Y cada golpe que doy en ella se convierte en una nueva puerta de entrada del agua marrón. Mina llora desconsolada. La miro. Me quedo paralizado unos segundos, pero sigo en mi tarea de tirar la puerta abajo. Un, dos, tres golpes. La puerta se resiste, los músculos se ponen duros y mi padre me mira con cara de incredulidad. No nos puede estar pasando esto. Saco fuerzas de flaqueza y pienso en mi peor enemigo. Golpeo una y otra vez y consigo que la puerta caiga. Al fin vemos la luz para escapar,pero todo se convierte  en una tumba de barro y lodo que entra como una cascada en la casa. Veo como se lleva a Mina y desaparece bajo el manto barro. Me muevo eléctrico y rebusco entre el lodazal hasta que encuentro un bulto. Es Mina, esta aturdida y no para de toser por el agua que ha tragado. La cojo entre mis brazos y salgo fuera de la casa. Nos refugiamos en un pequeño montículo a unos metros de nuestra casa. En esta pequeña isla estamos a salvo y parece que de momento el barro no llegara a nuestro nivel. Mi madre me mira con lagrimas en los ojos. Mi padre no llora, el nunca llora, pero veo por primera vez en mi vida síntomas de flaqueza en su mirada. Me doy la vuelta y veo como el torrente de agua se esta llevando todas nuestras pertenencias. Veo trascurrir entre el lodo, el trabajo de ciencias de Mina. La aprieto a mi pecho para que no lo vea. Ella también llora y solo es capaz de decir: “Pape, pape....” En ese momento veo como mi gran compra, mi tele, sale a toda velocidad entre un río de piedras. Veo como se aleja, como se va descomponiendo, como se va haciendo trizas, hasta que no queda nada. LG 32LE4500. No se me olvidara.