martes, 19 de marzo de 2013

Agentes Secretos

Estoy tumbado en la cama de la habitación número 17 del piso tercero del Hotel Majestic. Siempre la misma habitación a la misma hora. Rutina furtiva. Momentos furtivos. Amantes furtivos en busca de olvidar la rutina. Hoy es el día. Miércoles. No es martes, ni lunes. Es nuestro miércoles y hoy la volveré a ver.  Es la ilusión de mi semana, un oasis en un desierto que me ahoga, la luz que me hace levantarme cada mañana y avanzar en una vida de penumbra que no me interesa. Estoy nervioso como el quinceañero que espera en su primera cita. Las manos me sudan y una cierta sensación de inseguridad no me deja pensar con claridad. Es la cuarta semana que quedo con ella. La conocí de forma ocasional en una convención. El flirteo, paso a caricias y las caricias se convirtieron en un encuentro brutal en el asiento trasero de mi BMW familiar. Me quede prendado. La monotonía me había asfixiado y aquella melena rubia había sido como un soplo de aire fresco en mi vida.

No nos llamamos. No nos conocemos. No nos saludamos. Somos agentes secretos, Tenemos una misión todas las semanas a la misma hora y en el mismo sitio. Nuestra zona franca. Allí podemos ser nosotros mismos. Las cuatro paredes de la habitación nos protegen. Nadie se puede interponer en nuestro camino.

Espero al acecho como si de un depredador que espera a su presa me tratase. Afilo mis garras a la espera de mi comida. Llevo hambriento toda la semana y mis tripas rugen en busca de algo que llevarme a la  boca. No he comido nada y necesito carne cruda. Te necesito aquí y ahora. Un espíritu salvaje me posee y cuando entra por la puerta me abalanzó sobre ella. Busco desesperado su piel y encuentro sus labios calientes que me besan con pasión. Su olor me embriaga, me vuelve loco y la excitación no me deja pensar. Noto como su mano recorre mi espalda y me acelero. Me turbo y mis pulsaciones comienzan a subir de forma descontrolada. Le quito la falda sin pensarlo y la tiro contra la cama. No nos hemos dirigido una palabra. Conectamos, hay química  y los dos sabemos lo que queremos. Le arranco la blusa, sin tener en cuenta que tiene botones, su sujetador vuela, y solo queda su ropa interior, la hago  trizas a base de dentelladas, y ya tengo lo que quería, mi presa esta ahí indefensa, mirándome satisfecha con sus grandes ojos azules. Estoy en el sitio adecuado y en el momento adecuado para ser feliz. Las sabanas vuelan, los muebles se mueven, nuestras pieles sudorosas resbalan y los gemidos se oyen tres pisos mas arriba. Me siento bien. Solo quiero estar dentro de ella. Una y otra vez. ¡Que la maquinaria no pare! Tú arriba. Yo abajo. Tu abajo. Yo arriba. Más deprisa. Más y Más. Respiraciones cortadas. Sonidos  huecos. Sofocos. Gritos. La cama se mueve. Nuestros músculos crujen. Los jadeos se multiplican. Nuestros cuerpos se rozan sin control. Nuestras mentes conectan. Hay que follarse a las mentes. Hasta que un grito final sincronizado pone fin a nuestra misión. 

viernes, 8 de marzo de 2013

Bañado en Salitre


Foto www.borjalazaroherrero.com


Ganas de escapar. Escapar y no llorar. Llorar y no parar de escapar.  La oficina se había convertido en un bunker para Daniel. Allí se olvidaba de sus problemas. Las tareas urgentes las recibía con una sonrisa, se presentaba voluntario para los peores trabajos   y el stress al revés del resto de los mortales lo notaba cuando llegaba la hora de volver  a casa. No eran buenos tiempos para Daniel y Mónica. La magia de irse a vivir juntos había pasado y la rutina había superado sus expectativas de ser felices. Cuando vio aparecer a la señora de la limpieza pasando la mopa, se percato que la oscuridad había caído sobre la ciudad y era ya la hora de abandonar su parapeto de informes y estadísticas. Cogió su gabardina, arrastro sus pies por un largo pasillo hasta llegar al ascensor y este le llevo a la planta - 3 del parking.  Desierto. Solo su coche aparcado. Todos los demás habían volado. Todos deseando marcharse de aquel lugar. Y el buscando una excusa para quedarse.
Sentado en el asiento lanza un suspiro largo. Se frota los ojos con las manos y pone el reproductor en modo aleatorio. Salta su canción. No la suya. La de los dos. La de los buenos tiempos.  La de la chispa. La de  cuando ya no puedes vivir sin ella. La de las mariposas en el estomago. La de amigos no estoy para nadie. La de tengo una adicción. Adicción por ella.

La conoció en un concierto de Quique Gonzalez. Cita a Ciegas.

“Bañada en salitre. Flota en la memoria de los dias grises.”

Dos desconocidos se conocían. Dos nuevos conocidos se encontraban. Caminos que se cruzan sin querer.

“Te acariciaba el viento de poniente. Te llevo la arena bañada en salitre.”

En una hora pasaron de dos besos de cortesía a juntar sus manos de forma furtiva en esta canción

“Te conocí en Conil de la Frontera. Nunca es primavera donde tú creciste...”

Fue el primero de muchos dias felices. Un principio que no vislumbraba final. Un final lejano que nunca pensaron.

“Sigues teniendo carita de pena, pero no me mires con tus ojos tristes.”

Daniel siente que la canción se dirige a él al ver reflejada su mirada en el retrovisor. Esos dos ojos miraban con pena. Vivian con pena. Deambulaban. No enfocaban. Se dedicaban a pasar por la vida sin exprimir los detalles. Eran prisioneros de una tristeza que no le dejaba avanzar.

Daniel abre la puerta de casa y espera oír esa voz melosa de Mónica que le recibía con un “¿Qué tal cariñoooooo?”  acompañado por una carrera sin control por el pasillo que terminaba con un beso en sus labios. Espera unos segundos esperanzado pero su deseo no llega.

-       Holaaa! – dice Daniel con miedo.
-…….
- ¡Hola! – repite Daniel modulando el tono de voz a un registro más serio.
-¡Hola! – responde seca Mónica  desde la sala de estar.

Un sudor frio recorre la espalda de Daniel y esa burbuja de buenos recuerdos y melancolía  que le provoco la canción de Quique Gonzalez explota delante de él.

-       ¿Qué tal el dia? – Le dice Daniel intentando romper el hielo.
-       Bien- Le dice lacónica Mónica
-       ¿Qué has hecho hoy? – Le dice Daniel en busca de algo que rompa la frialdad del momento.
-       Nada



Daniel se queda parado delante de Mónica. El solo esperaba una caricia. Unas palabras de cariño y solo ha recibido frialdad. Se queda mirando al infinito ante la mirada de su novia.

-Daniel, ¿Qué haces?
-….
-Daniel, estas insoportable.
-…
-Daniel esto no es normal

Daniel vuelve de su letargo:

-       Mónica te acuerdas cuando todo era fácil. Cuando lo difícil era no sonreír.
-       Sí que me acuerdo.
-       He vuelto a escuchar nuestra canción.
-       ¿Qué canción?
-       La canción con la que nos conocimos ¿No te acuerdas?
-       ¿Qué te pasa Daniel?
-       La de Salitre. La que hicimos realidad.
-       Eran otros tiempos Daniel.
-       Éramos felices.
-       Daniel, éramos unos críos.
-       ¿Y? ¡Éramos felices, joder! ¿Qué nos ha pasado?
-       Tú sabrás Dani, yo sigo igual.
-       ¿Igual? – Le suelta Daniel con los ojos brillantes.- ¿Dónde está lo que fuimos? ¿Dónde están nuestros sueños por descubrir?
-       Volvamos a Conil. Hagamos un viaje como los que hacíamos antes.
-       ¿Estas loco Dani? ¿Y mi trabajo?
-       ¿Por qué no? ¿Por qué no podemos volver a ser como antes? Reset y vuelta a empezar.
-       ¿En tienda de campaña, sin ducharnos y con una caja de san migueles como menú diario? ¿Eso quieres Daniel?
-       Siiiii- le responde Dani sin pensar
-       Hemos pasado una edad- le replica Mónica- Madura un poco. Hay que dar un paso adelante. Ya no todo se arregla con alcohol.
-       ¿Y eso quien lo dice?- Suelta indignado Daniel
-       Lo dice el recibo de la hipoteca que nos pasan todos las meses
-       Maldita hipoteca. Queríamos vivir libres y estamos atados de pies y manos- reniega Daniel
-       Ahora me vas a saltar tu discurso de siempre, CARPE DIEM, TEMPUS FUGIT, Hay que vivir la vida, dejar un bonito cadáver……-suspira Mónica
-       ¿Y por qué no?
-       Porque tienes 30 años Daniel y no tienes ni puta idea de qué hacer con tu vida
-       ¿Cómo? Yo sé lo que quiero hacer. Lo que pasa es que tú eres una burguesa y te has acomodado. ¿Qué hay de aquella vida que nos valía un cigarro y un café para pasar la tarde? Ahora si no vamos a un restaurante que no tenga plato cuadrado, una reseña en el periodico y una descripción de dos líneas por cada plato no salimos de casa. Eres una snob, Mónica.
-       Daniel madura, Peter Pan se ha hecho mayor, ahora tienes obligaciones. Se vivía muy bien en casa de tus padres. Pero ahora estas en la vida real. Sigue así que te vas  a pagar una o buena ostia.
-       Seguiré como yo quiera.
-       Pues sigue pero lejos de mi por favor.- le suelta con odio Mónica.

Daniel enervado, da media vuelta, aprieta los puños con fuerza, tiene ganas de golpear la pared, pero de su garganta solo sale un gruñido.

-       Argggghhh…..“Que te den Mónica, ¡no te aguanto más!”

Abre la puerta de casa con brusquedad y pega un portazo que se oye tres pisos más arriba,
El salitre vuelve a la vida de Daniel, pero esta vez a sus ojos.

Mónica, permanece tranquila con un rictus serio sentada en el sofá, pasa una hoja de la revista de moda que estaba leyendo y una mueca de sonrisa burlona aparece en su rostro.

Salitre - Quique Gonzalez