miércoles, 23 de octubre de 2013

Pendiente de ti




Tarde de domingo rara. Laxitud total. El teléfono no suena. Las llamadas entrantes se encuentran un buzón de voz que les dice: “Hoy no estoy para nadie”. No me he movido más allá de este maldito sofá en varias horas. Varios días. Varias semanas. Esperando otra vida. Aprendiz de Ramón San Pedro protagonizando el día de la marmota. Aburrimiento extremo. Ganas de no estar con nadie. Soledad buscada. O más bien nadie quiere estar conmigo.

Alargo la mano y la meto en la rendija que el tiempo ha creado entre las diferentes piezas del sofá. En busca del tesoro. Rebusco arriba y abajo. Giro izquierda y derecha. Parece que he tocado algo. Insisto  y una mueca de dolor aparece en mi cara. Un pinchazo. Atacado por un objeto no identificado en este bunker-sala de estar en el que hasta hace un minuto me sentía seguro. Soldado herido vuelva a la base y  saco mi mano rápidamente de aquel escondrijo. Un objeto no identificado se ha quedado pegado a mi dedo anular. Lo acerco a mis ojos miopes y veo como una fina varilla atraviesa mi piel como una banderilla. Busco el culpable y unido a la varilla encuentro un pendiente que parece reírse de mí.

Nerea.  Un roído pendiente de color plata pegado a mi dedo es lo único que me has dejado. Un pendiente usado. Viejo. Maltratado. Cansado. Como yo me sentía ahora. Maldita Nerea. No puedo olvidarme de ti ni queriendo.   

No tiene enganche. Solo el pendiente. El enganche se iría con ella. Enganchado ya me quede yo y por tu culpa caí por una pendiente, pero está vez en femenino. Una pendiente hacia la tristeza. Una fémina que había  perdido un pendiente masculino en mi sofá se fue y un hombre transcurre lánguido por una femenina pendiente de tristeza. Un poco de chiste esto del lenguaje. Que hay más femenino que un pendiente y que hay más masculino que una peligrosa pendiente que escalar o bajar a toda velocidad. Malditas pendientes vitales. Maldito pendiente.

Seguramente es el único recuerdo que queda de ella en esta casa. Hace unas semanas decidí empezar de cero. Reset  y punto y aparte. Metí todo lo que me recordaba a ella en unas bolsas  y tras un cuarto de hora simulando ser la estatua del Pensador de Rodin delante del contenedor de basura, me envalentone, lo tire todo y salí corriendo con una sensación de libertad total.  Eufórico corrí hasta llegar al portal de mi casa. Pletórico con la energía al 100% decidí subir por las escaleras. Pero como en un mal sueño note que cada escalón que superaba se convertía en un paso atrás, las fuerzas se iban deshaciendo, el ímpetu se iba convirtiendo en dejadez, la energía en impotencia, cada vez más débil, cada vez más indefenso, hasta que agotado abría la puerta de mi casa y me desplomaba en el sofá. Y desde aquel momento llevaba aquí alienado, aletargado, fuera de este mundo hasta que de nuevo me he visto corneado por los recuerdos de Nerea en forma de este maldito pendiente.

Es rectangular, con la parte superior más estrecha que la inferior. Me recuerda al cuerpo de Nerea con esa espalda estrecha cuyos hombros parecían tocarse y esa cintura ancha que le proporcionaba una figura en forma de guitarra. ¿Por qué la recuerdo tan bien? Necesito una lobotomia urgente que borre estos recuerdos que hacen abrir heridas no cicatrizadas. Necesito unas piernas activas que me permitan tirar este pendiente al contenedor y volver de nuevo al estado de paramécio invertebrado que no se mueve del sofá.

En medio del pendiente una pequeña perla en forma de ojo me observa fijamente. Como me miraba ella. Con su cara de no haber roto un plato. Con esa carita de buena, cuando quería algo. Esbozo una sonrisa triste. Porque todo me recuerda a ti. Es solo un pendiente. Un maldito hierro que se lleva en las orejas.

- "¿Nerea? ¿Qué coño miras Nerea?"- Grito dirigiéndome a la perla adosada al pendiente.

Tras unos segundos de silencio y  al no encontrar respuesta, arranco de mi dedo el pendiente y  un fino hilo rojo emerge de mi yema, va recorriendo las falanges y llega a mi mano.

Como buen antiheroe de película, miro a cámara con rostro compungido y suelto mis últimas palabras:

-“Nerea me dejaste marcado. Intento olvidarte. Pero me vuelves a pinchar.”

Levanto las manos con las palmas mirando al techo y grito:

-“!!!Mira lo que me has hecho!!!!”

Silencio. Sonrisa. Silencio. Más Sonrisas. Silencio. Dientes. Ruido. Carcajada. Más ruido. Carcajadas. Estruendo. Carcajada sin control.

-“Adios pendiente. Adios Nerea. No voy a estar mas “pendiente” de ti”


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