viernes, 20 de noviembre de 2015

RIERON POR ENCIMA DE SUS POSIBILIDADES


No había solución las cuentas estaban a cero. La hipoteca sobre el crédito sobre el préstamo ,que les había perdonado el banco tres veces, ya no daba más de sí. No quedaban más puestos ficticios que crear. No quedaban más familiares que enchufar. No había más partido que refundar de la escisión de la unión de partidos de la que habían salido y fundado. No había ideología que se habría reformado, refundado y aniquilado para renacer de nuevo. La nueva política era: “Mañana pensare algo mejor a lo que decida hoy. Hoy planificare algo estupendo que mañana será una plan que cambiar”. No había calle que no habría sido reformada, levantada y rediseñada varias veces. No había club de alterne que su inspector de sanidad no habría visitado una, dos o tres veces incluso. No había cárceles que habrían podido parar a los concejales de urbanismo. Siempre surgían  nuevos actores para el vodevil del ladrillo. No había ley medioambiental que no se habría saltado para poder construir mas y mas alto, ni contrato amañado que no habría acordado con alguno de sus cuñados. El tres por ciento era una moda pasada. Los sobres habían dejado de estar en boga. Suiza ya no era su patria. No quedaba nada. Tierra yerma en la que no crecía nada. La vaca había sido exprimida. Solo quedaban los huesos. Estos huesos se habían triturado, pasado por la túrmix, mezclado con restos de aspirina y el camello de la esquina los estaba revendiendo como la nueva droga Premium que levantaba el país. Ya no inauguraban autopistas, ahora solo  quedaba cortar la cinta de mojones de carreteras comarcales. Hasta el rabo todo es toro. Marca de nación. Que su firma siempre quedara latente era causa y solución a todos los problemas. Todo olía a podrido. Ambiente nauseabundo y putrefacto. Todo lo que tocaban se volvía sucio. Estercolero en el que cada uno buscaba su agujero donde sobrevivir. Todo estaba perdido. Hasta el alguacil tercero que se encargaba de llevar los cafés había montado su negocio paralelo.  Servía cafes  irlandeses con whisky bajo manga al módico precio de tres euros. Se hacía de todo por beber para poder aguantar la vida del parlamento.

Entre toda esta fauna agazapado como una salamandra vive Carlos. Se despide de su chofer y baja de su coche de alta gama con lunas tintadas:

-      Mariano, quédate dando vueltas a la manzana, que salgo en 10 minutos.


Zapatos relucientes. Traje azul ceñido. Pelo grasiento engominado. Ojeras encubiertas por unas gafas Rayban que le restan unos cuantos años. Entra en el Bar Manolo dando un cachete en la mejilla a Kevin como el caudillo del lugar y le suelta un campechano:

 Ponme lo de siempre, majo, y no te cortes en el chupito.

Se dirige a su mesa reservada y aparece corriendo Kevin con el periódico debajo de la axila y un cortado.

-  Señor Carlos, aquí tiene su café.

Kevin se retira andando de espaldas y haciéndole un amago de reverencia.

Comienza por la última página del periódico y ve un titular. La sangre de Churchill a subasta.
Desde su atalaya reservada, le grita al dueño:

- Manolo, mira, subastan la sangre de Churchill. Te imaginas lo que pagarían por la sangre de mi jefe. -Sin esperar respuesta, suelta una sonora y brusca carcajada. 

   Manolo le devuelve un inteligible comentario asintiendo la cabeza desde el fondo de la barra.

      - Si, Manolo, si, siempre tienes  razón, si es lo que digo yo siempre hay que escuchar al pueblo- Le responde Carlos sin haber podido oír nada y continua con su rutina de la mañana

Reunión de partido. Edificio en el centro. Entrada acristalada con guardias de seguridad en la puerta y manifestación de jubilados estafados como banda sonora. Una secretaria con los labios pintados, y la falda ceñida recibe a Carlos y le coge el abrigo. Solo están diez personas de la cúpula, tres están en la cárcel, dos están huidos, uno de vacaciones y otro esta declarando su inocencia en los juzgados.

- Hay que buscar soluciones- Dice el portavoz con la voz nerviosa.

Tras unos cuantos repetidos, “No se…”, un par  “Podíamos hacer un auditorio…”,  cuatro “Podíamos apoyar más a la construcción….” y cinco “La culpa de todo la tiene la oposición”, todo el mundo fija su mirada en Carlos, el único que tenía una carrera.
Este se mesa los cabellos y apoya la pata de sus gafas en el labio en un claro gesto ensayado. Se tiene que notar su formación avanzada con  estudios en Harvard y su master en economía por Yale.

Se mantiene en silencio unos segundos y todos los demás parecen empujarle para que suelte ese secreto que mantiene en su interior. Es lo que hace un líder, mantener la ilusión antes de que este frágil castillo de naipes se venga abajo. Todo es un falso ensayo de superioridad aliñado con unas palabras que le enseñaron en el curso de oratoria de Cambridge. Vamos era un predestigitador que  hace mirar a la izquierda, luego a la derecha y en unos segundos ese conejo blanco aparece entre sus manos en forma de magistral master class de alquimista que convierte el agua en oro o tal vez en ladrillo.
Pero esta vez un leve rictus de nerviosismo en la cara de Carlos hace que el auditorio se encoja y el aplauso preparado se congela.

Carlos tiene la mente en blanco, el cerebro espeso y roído, y solo puede intentar mantenerse despierto después de una noche sin dormir con unos empresarios en una larga reunión en el Lolitas bar. No ve la luz al final del túnel y solo se le ocurre enlazar su discurso con unos comentarios superfluos y vacios acerca de la dificultad de la situación actual en la que vivimos.

Cuando una gota de sudor comienza a recorrer su frente, recuerda la frase de Churchill que había leído a la mañana con su carajillo matutino  y encadena un calcado discurso.

-“No tengo nada que ofrecer salvo sangre, esfuerzo, lagrimas y sudor”

Sus palabras resuenan en la lujosa sala de reuniones con asientos de cuero y mesa de cedro importada de Canadá.

Todo ellos se miran serios, asienten con la cabeza, se tocan la barbilla y algunos apuntan la frase en su bloc de notas que se apoya sobre un portapapeles de Christian Dior. Otros teclean el comentario en su Ipad de última generación. Tras unos segundos de silencio todos posan su mirada en el cuadro de Joaquín Sorolla que un constructor regalo al partido  y finalmente no pueden retener una sonora, común y estruendosa carcajada.


            

miércoles, 28 de octubre de 2015

FIN

PROLOGO

Ayer una señora con aspecto de tierna abuela apoyó su mano sobre mi hombro y me preguntó: "¿Estas triste? Siempre escribes cosas tristes" Yo  le respondí que no estaba triste, y le explique que lo que pasaba es que ella vivía en tal estado de máxima felicidad que nos veía a los demás en un falso estado de tristeza. La pregunta es verídica, pero la respuesta es ficción. En realidad no supe que decir, puse cara de sorprendido, solté un lacónico: "No" y fije la mirada en la pantalla de mi ordenador esbozando una mueca de sonrisa.

A continuación el relato que provoco el momento.


FIN



Trece días bajo la niebla fría de tu ausencia. La cremallera de mi abrigo no cierra. Agarrotado e incapaz de dar un paso adelante. Neutralizado por el recuerdo de tu sonrisa. La apatía me supera y la tristeza se adueña de mi cuerpo. Mente en blanco y vacío en el estomago. Parado ante el espejo me repito: “¿Como pudo suceder?".

El temor a la llegada de la palabra fin siempre acechaba detrás de cada tarde de domingo. Miraba triste como pasaban lentamente las horas, suplicando que no dijeras esas malditas palabras de despedida. Intentando siempre falsear una verdad incomoda. Sentimientos siempre bloqueados para evitar la llegada de las sombras. Perdidos en este mar de sentimientos. Aniquilados por ese pasado que siempre recordamos. Solo nos queda el recuerdo de lo que seremos. NADA.


EPILOGO

No estoy triste. Me gustan los dramas.




miércoles, 14 de octubre de 2015

Blitz. Como un Relampago

BLITZ. COMO UN RELAMPAGO.



“Que todo acabe mal es una condición inherente al hecho de estar vivo.”

Cierro el libro y lo dejo reposar sobre mi pecho. Como la piedra que cae sobre el agua cristalina, esas palabras emborronaron mi mente. Los nubarrones acechan y la presión en el pecho no me deja respirar. Miro al techo y fijo mi mirada en aquella escurridiza grieta que atravesaba mi habitación de izquierda a derecha. Parece una frontera. Esa frontera que nos separo. Maldita Marta. Todo me recuerda a ella. Todo me lleva a ella. Ella era todo lo que me movía. Me dejo inerte, como ese chapapote denso y pesado que se queda pegado a las rocas. Atado a aquella cama pasaba los dias en una vida al mínimo. Mínima potencia. Levitando como un fantasma al que le han quitado las ganas de asustar. Como ese funambulista vago al que no le dan miedos las alturas y se queda sentado sobre el alambre sin ganas de pasar al otro lado. En un limbo mental a la espera de que el barquero de las niñas bonitas me pasará a la otra orilla. En una rutina constante. Con las constantes vitales en total rutina.Ganas de escapar. Escapar y no llorar. Llorar y no parar de escapar.

Siempre perdido entre la inmensidad de mis sabanas. Y de repente entre la bruma de mis pensamientos como si de un faro se tratase, aparece una luz parpadeante  que proviene de mi móvil. Me incorporo, no sin antes soltar un quejicoso y lastimoso: “Ayyy” y veo en aquella pantalla un mensaje enviado por un contacto llamado “MartaTeOdio”. Así fue como la bautice en mi agenda de contactos a la innombrable, habiendo pasado antes por el nombre MartaVuelve, MartaTeAñoro, Nollamar, Nollamardenoche, Nolallamesporfavor y el que más me gustaba una largo y pronunciado NOOOOOOOOOOO.

La conocí de forma ocasional en un bar de música ochentera. El flirteo, paso a caricias y las caricias se convirtieron en un encuentro brutal en el asiento trasero de mi coche. Los tiempos de pasión desaforada de película X, pasaron a una comedia aburrida sin sexo de Jennifer Anniston y desemboco en un final de zombis sin cabeza a lo Walking Dead.
Las manos me sudan y una cierta sensación de inseguridad no me deja pensar con claridad. Tres meses sin saber nada de ella y de repente el cartero trae nuevas noticias. Mi corazón se acelera y noto una cierta perturbación que me ciega. Abro el mensaje:

-“Me tienes que devolver el libro de David Trueba que te deje”.

Ni un Hola. Ni un adiós. Ni un “¿Qué tal?”. Tono imperativo. Hay que hacer lo que dice ella. Como un relámpago me enervo. Tengo ganas de golpear las paredes. De gritar alto y fuerte. Me pongo en pie. Agarro entre mis manos el libro que me pide “la maldita” y declamo al viento:

-“Este libro es mío y no lo vas a ver nunca más”.

Me decías que no leía. Pues ahora leo. Y mucho. Me reprochabas que fuera cuadrado. Pues ahora improviso. Me echabas en cara  que no era capaz de discutir. Pues aquí estoy yo para plantarte cara.Me decías que no tenía carácter. Pues aquí viene el nuevo Don Draper capaz de convencer a quien se ponga por delante. Me decías que era aburrido. Pues te vas a enterar. Abro la ventana de mi habitación y comienzo a arrancar las hojas de su libro. Marta esto va por ti. Las hojas van cayendo lentamente desde mi séptimo piso. Marta espero que te guste. La piel se me eriza. Marta esta hoja te la dedico.  Marta te he olvidado. Marta no significas nada en mi vida. Marta no me gustas. Marta no vas a mandar sobre mí. Marta no eres nada. Martaaaaaaaaa……

Las hojas vuelan, la sangre me hierve, la voz ronca roza mis cuerdas vocales y me siento cada vez mejor y mejor….Dos vecinas aparecen curiosas en sus ventanas ante el inusual revuelo y miran con cara incrédula mi acto de rebelión Un centenar de hojas aterrizan sobre la acera como paracaidistas en una guerra sin cuartel. Noto que mis dedos ya no puedan arrancar más rabia y resentimiento y mis manos raspadas llegan al cartón que encuaderna el libro. Me asusto de la furia que llevo dentro y corro rápido de nuevo a mi mar de sabanas con las mejillas rojas y el corazón latiendo hasta el techo. Mi móvil de nuevo me llama con su luz brillante:

-“Hola, Nacho, ya he encontrado el libro. Perdona por las molestias. ¿Todo bien? Un abrazo.”


El relámpago toca tierra y a los pocos segundos un trueno ensordecedor retumba en mi cabeza.  La vida a la mínima potencia vuelve a su cauce y la bonita grieta en el techo es mi única distracción de nuevo.