miércoles, 28 de octubre de 2015

FIN

PROLOGO

Ayer una señora con aspecto de tierna abuela apoyó su mano sobre mi hombro y me preguntó: "¿Estas triste? Siempre escribes cosas tristes" Yo  le respondí que no estaba triste, y le explique que lo que pasaba es que ella vivía en tal estado de máxima felicidad que nos veía a los demás en un falso estado de tristeza. La pregunta es verídica, pero la respuesta es ficción. En realidad no supe que decir, puse cara de sorprendido, solté un lacónico: "No" y fije la mirada en la pantalla de mi ordenador esbozando una mueca de sonrisa.

A continuación el relato que provoco el momento.


FIN



Trece días bajo la niebla fría de tu ausencia. La cremallera de mi abrigo no cierra. Agarrotado e incapaz de dar un paso adelante. Neutralizado por el recuerdo de tu sonrisa. La apatía me supera y la tristeza se adueña de mi cuerpo. Mente en blanco y vacío en el estomago. Parado ante el espejo me repito: “¿Como pudo suceder?".

El temor a la llegada de la palabra fin siempre acechaba detrás de cada tarde de domingo. Miraba triste como pasaban lentamente las horas, suplicando que no dijeras esas malditas palabras de despedida. Intentando siempre falsear una verdad incomoda. Sentimientos siempre bloqueados para evitar la llegada de las sombras. Perdidos en este mar de sentimientos. Aniquilados por ese pasado que siempre recordamos. Solo nos queda el recuerdo de lo que seremos. NADA.


EPILOGO

No estoy triste. Me gustan los dramas.




miércoles, 14 de octubre de 2015

Blitz. Como un Relampago

BLITZ. COMO UN RELAMPAGO.



“Que todo acabe mal es una condición inherente al hecho de estar vivo.”

Cierro el libro y lo dejo reposar sobre mi pecho. Como la piedra que cae sobre el agua cristalina, esas palabras emborronaron mi mente. Los nubarrones acechan y la presión en el pecho no me deja respirar. Miro al techo y fijo mi mirada en aquella escurridiza grieta que atravesaba mi habitación de izquierda a derecha. Parece una frontera. Esa frontera que nos separo. Maldita Marta. Todo me recuerda a ella. Todo me lleva a ella. Ella era todo lo que me movía. Me dejo inerte, como ese chapapote denso y pesado que se queda pegado a las rocas. Atado a aquella cama pasaba los dias en una vida al mínimo. Mínima potencia. Levitando como un fantasma al que le han quitado las ganas de asustar. Como ese funambulista vago al que no le dan miedos las alturas y se queda sentado sobre el alambre sin ganas de pasar al otro lado. En un limbo mental a la espera de que el barquero de las niñas bonitas me pasará a la otra orilla. En una rutina constante. Con las constantes vitales en total rutina.Ganas de escapar. Escapar y no llorar. Llorar y no parar de escapar.

Siempre perdido entre la inmensidad de mis sabanas. Y de repente entre la bruma de mis pensamientos como si de un faro se tratase, aparece una luz parpadeante  que proviene de mi móvil. Me incorporo, no sin antes soltar un quejicoso y lastimoso: “Ayyy” y veo en aquella pantalla un mensaje enviado por un contacto llamado “MartaTeOdio”. Así fue como la bautice en mi agenda de contactos a la innombrable, habiendo pasado antes por el nombre MartaVuelve, MartaTeAñoro, Nollamar, Nollamardenoche, Nolallamesporfavor y el que más me gustaba una largo y pronunciado NOOOOOOOOOOO.

La conocí de forma ocasional en un bar de música ochentera. El flirteo, paso a caricias y las caricias se convirtieron en un encuentro brutal en el asiento trasero de mi coche. Los tiempos de pasión desaforada de película X, pasaron a una comedia aburrida sin sexo de Jennifer Anniston y desemboco en un final de zombis sin cabeza a lo Walking Dead.
Las manos me sudan y una cierta sensación de inseguridad no me deja pensar con claridad. Tres meses sin saber nada de ella y de repente el cartero trae nuevas noticias. Mi corazón se acelera y noto una cierta perturbación que me ciega. Abro el mensaje:

-“Me tienes que devolver el libro de David Trueba que te deje”.

Ni un Hola. Ni un adiós. Ni un “¿Qué tal?”. Tono imperativo. Hay que hacer lo que dice ella. Como un relámpago me enervo. Tengo ganas de golpear las paredes. De gritar alto y fuerte. Me pongo en pie. Agarro entre mis manos el libro que me pide “la maldita” y declamo al viento:

-“Este libro es mío y no lo vas a ver nunca más”.

Me decías que no leía. Pues ahora leo. Y mucho. Me reprochabas que fuera cuadrado. Pues ahora improviso. Me echabas en cara  que no era capaz de discutir. Pues aquí estoy yo para plantarte cara.Me decías que no tenía carácter. Pues aquí viene el nuevo Don Draper capaz de convencer a quien se ponga por delante. Me decías que era aburrido. Pues te vas a enterar. Abro la ventana de mi habitación y comienzo a arrancar las hojas de su libro. Marta esto va por ti. Las hojas van cayendo lentamente desde mi séptimo piso. Marta espero que te guste. La piel se me eriza. Marta esta hoja te la dedico.  Marta te he olvidado. Marta no significas nada en mi vida. Marta no me gustas. Marta no vas a mandar sobre mí. Marta no eres nada. Martaaaaaaaaa……

Las hojas vuelan, la sangre me hierve, la voz ronca roza mis cuerdas vocales y me siento cada vez mejor y mejor….Dos vecinas aparecen curiosas en sus ventanas ante el inusual revuelo y miran con cara incrédula mi acto de rebelión Un centenar de hojas aterrizan sobre la acera como paracaidistas en una guerra sin cuartel. Noto que mis dedos ya no puedan arrancar más rabia y resentimiento y mis manos raspadas llegan al cartón que encuaderna el libro. Me asusto de la furia que llevo dentro y corro rápido de nuevo a mi mar de sabanas con las mejillas rojas y el corazón latiendo hasta el techo. Mi móvil de nuevo me llama con su luz brillante:

-“Hola, Nacho, ya he encontrado el libro. Perdona por las molestias. ¿Todo bien? Un abrazo.”


El relámpago toca tierra y a los pocos segundos un trueno ensordecedor retumba en mi cabeza.  La vida a la mínima potencia vuelve a su cauce y la bonita grieta en el techo es mi única distracción de nuevo.