martes, 15 de noviembre de 2016

Los exiliados romanticos






Tonos grises y paredes descorchadas. Julián parece yacer más que descansar sobre un improvisado somier hecho de palés de madera. Tumba en vida. Vida camino de la tumba. Como adorno a su raído mueble, unas puntas dobladas distribuidas de forma aleatoria,  y que muchos días en sus andares nocturnos habían dejada marcada su piel. Por lo menos no estaban oxidadas le solía decir Natalia. El buen conformar. En una esquina una estufa que compro en cash-converters por 20 euros. Paradojas de la vida se parece mucho a una que tenía en Madrid y que también empeño para comprar la gasolina que le diera un impulso para avanzar en su aventura que le ha colocado en Berlín. Con una mano delante y otra detrás. La clave era avanzar, pero avanzar a ser posible pero sin dejar puertas entreabiertas. No había marcha atrás. Camino sin retorno. Así que vendió todo lo que le pertenecía y también lo que no era suyo. Adiós libros prestados por amigos. Adiós tele que le dejo su prima. Adiós amigos. Adiós recuerdos. Hola nueva vida. Hola futuro incierto. Se compró un billete lowcost, voló agazapado entre dos asientos que no le dejaban respirar  y aterrizo en aquel cuadrilátero a la que le gustaría llamar habitación. Así están las cosas, no da ni para una habitación de invitados. Vuelos altos y aspiraciones por los suelos. Poder aspirar se había convertido en intentar sobrevivir. Un pseudo pasillo habitación era donde vivía. Es algo temporal, pero él sabe que la temporalidad se va a convertir seguramente en estacionalidad Aquello era una ratonera. Subsuelo. Con los muertos. Pero estaba bien comunicada y la compañera de piso era perfecta. Natalia.
Su amiga de la infancia. Su confidente y su amor platónico nunca reconocido.
-Julián, me voy – Le dijo Natalia dando una suave palmada en la espalda.
Julián intento devolver un “buenos días”, pero algo inteligible salió de sus labios. Se dio la vuelta y vio a Natalia de cuclillas apoyando su mano sobre su cama con una mirada burlona.
-         ¿Resaca? – le dijo Natalia sin poder esconder una sonrisa
Julián busca una botella semivacía que también yacía semiherida junto a su cama, le da un sorbo y le dice.
-         No estoy bien, me levanto y voy a buscarme la vida en seguida.
Natalia cierra la puerta de casa y Julián se queda allí solo. Se sienta en el borde de la cama. Una brisa fría le escupe la espalda. Recoge su manta del Ikea y se la pone sobre los hombros. Es la viva imagen de un refugiado que llega a la costa en patera y le ponen una manta térmica. Sin destino. Exhausto. A la deriva. Pero en el lugar adecuado para prosperar. Se atusa su pelo alborotado y recuerda la larga conversación regada con vino que tuvo en la cena de ayer con Natalia. Después de recordar y garabatear los recuerdos vividos entre los dos y tras descorchar la segunda botella de vino tinto de Uruguay que estaba de oferta en el súper, la conversación paso a temas transcendentales:
-         Somos exiliados, como nuestros padres que emigraron en el 39 de España, nos han echado de nuestro país- le dice a Natalia exaltado.
-         Bueno nuestros abuelos emigraron más bien por causas políticas.- le puntualiza ella siempre dando su tono cabal y con los pies en la tierra.

-         Y que es más política que la economía- le reprende- nos han cortado las alas, las ganas de vivir, las vías de escape y nos han obligado a emigrar.


-         Bueno tal vez ha sido la mejor solución- me dice Natalia mirándome a los ojos.

-         Somos exiliados, sí, pero exiliados diferentes a  nuestros abuelos. Exiliados románticos, a pesar de las dificultades, siempre iremos al encuentro de nuestro amor idílico y a la vez efímera, con la única misión de sorprendernos a nosotros mismos y de seguir sintiéndonos vivos. Como lo que he hecho yo contigo.- le dice Julián con los ojos brillantes.


Julián no puede más que sonrojarse ante tal recuerdo en su cabeza. Vergüenza ajena total. Una necesidad extrema de meter la cabeza en el suelo como un avestruz. Maldito alcohol que hace rebrotar las cloacas de sus sentimientos.
Julián coge su cazadora de invierno, sus botas raídas, le da otro sorbo a lo que quedaba de la botella de vino que había  sobre la mesa y abre la puerta de aquel lugar llamada hogar. Gente corriendo a izquierda y derecha. Ve primero ese cartel gigante de U-Van, luego ve el nombre de la estación PANKOW y finalmente el cartel de AUSGANG. Maldita Salida. NO HAY SALIDA. 


Texto originado de la fusion de dos momentos:

1. La Pelicula: Los exiliados romanticos. http://www.filmaffinity.com/es/film193161.html

2. La noticia. Descubren habitacion amueblada en el metro de berlin