martes, 16 de octubre de 2018

“14 días de relax. 14 días de felicidad.”







14 días de relax. 14 días de felicidad.”

Eso es lo que ponía en el folleto cuando lo cogí de aquella balda en ese lluvioso mes de abril.
Malditos meses grises y húmedos que te obligan a visitar tiendas en centros comerciales climatizados.
Somos como fresas verdes en una cárcel de plástico en Almería.
Los días rodaron sin control y los aires cálidos soplaron mi nuca para colocarme en las escaleras de aquel mastodonte de 7 pisos que atravesaba las olas como una apisonadora.

La felicidad, el relax y las preocupaciones no viajaban solas. Tres granujas revoloteaban a mi alrededor como avispas enfurecidas y allí al fondo con las maletas estaba ella, a la cual notaba que el brillo de sus ojos se le había bajado el contraste y parecía dejarse llevar por la brisa de la rutina.
Era el momento de levar anclas y poner las velas a máxima velocidad.

Fui subiendo cada peldaño de aquella escalera. Notándome cada vez mas seguro a cada paso que daba, sintiendo que era el protagonista de aquella historia. Pero todo se derrumbo cuando una jauría de abuelos me adelanto por la derecha y un codo se incrusto en mis costillas. Todavía no había recuperado el aliento y otro clan de la tercera edad me echo a un lado de un empujón. Escuche entonces: “Perdona, majo, pero es que nos queda poco tiempo de vida”. Cuando recobre el equilibrio, vislumbre a mi manada impaciente allí arriba al final de la escalera. “Corre, Ramón, Corre. ¿Que haces en el suelo? Vamos”
El principio del fin, el punto de no retorno, comenzó en ese instante.
Mi vida a partir de ese momento consistió en azorarse, turbarse, zozobrarse hasta casi caer por la borda o eso tal vez hubiera sido el mejor final.
Corre, Ramón, Corre.
Era la frase de cabecera.
Hacer cola en el buffet libre para rellenar el plato que nunca se acaba.
Mantener el equilibrio en este mar de dudas.
Pelear con los jubilados por la tumbona que tenia vistas a la nada.
Corre, Ramón, Corre.
Nos falta ver la Basílica de San Marcos.
Disimular cada día para meter dentro de 4 servilletas 4 bocadillos para mis lobos hambrientos.
No se podía perder un segundo en comer.
Corre, Ramón, Corre.
No llegamos a ver el Pireo.
Visto. Pon una X en la lista. Visto. Revisto.
No se podía perder un instante en observar.
Hazte la foto y corre. Sigue huyendo sin mirar atrás.
Corre, Ramón, Corre.
Como no veamos Santa Sofía te enteras, eh, Ramón.
Hadas mentales que se van convirtiendo en demonios corporales.
Días de vino y rosas que terminan con espinas clavadas en la piel y manchas en el cuerpo que nunca se borrarán.
Corre, Ramón, Corre.
Y no pares de correr, como Franka Potente, en Corre, Lola, Corre.

¿Tomas? ¿Donde está Tomas? Nuestro grupo indivisible de gritos, empujones, quejas y reproches había perdido una pieza. Parecía que todo nuestro ecosistema se caía estrepitosamente como un castillo de naipes. Sus hermanos empezaron a llorar. Ella estaba allí con un ataque de ansiedad, incapaz de escupir una palabra. Lo habíamos olvidado en esa tienda de souvernirs. Corrí como si no hubiera un mañana. Mis chanclas volaron. Las gotas de sudor recorrían mi frente. Y mi corazón solo pudo sonreír cuando divise la figura de mi Tomasito sentado sobre una silla de mimbre jugando con un imán de la torre de Galata. Lo alze en volandas de alegría y mi angustia se deshincho como un globo.
Una mujer malhumorada me miraba desde la barra y me señalaba el cartel que había en la pared.

Basura solo para clientes. Trash for customers only.

Enseguida entendí que nuestra visita basura sobraba. Era hora de llevarnos nuestros restos humanos de nuevo a nuestro camión de escombros gigante. Éste surcaria los mares en busca de un anónimo recolector turístico donde lanzar otra vez las mondaduras del buffet de nuestra biografía, las escamas que nuestra piel deja caer y los vestigios pesados que desprende nuestra aplasia vital.

No hay comentarios:

Publicar un comentario