martes, 11 de diciembre de 2018

Para las que vengan



Acto primero. La Reconquista

7 de la mañana. Mi mejor compañero matutino es la radio. Pero hoy sale hablando un señor que imagino barbudo y tosco. Grita desairado que hoy comienza la Reconquista. Sudores fríos por la espalda. Abolir. Prohibir. Recentralizar. Regresar. Apago con un movimiento nervioso el aparato.
  • ¿Por que lo quitas? Tenían que llegar y ya están aquí”.

Sus manos toscas como lijas me hurtan el emisor de malas noticias y lo encienden de nuevo.
Noto su aliento agrio al acercarse

- “Esto no son como tu y tus amigos, ja,ja,ja...” - Veo sus dientes grises relucir. Su carcajada me da asco. Mi garganta se cierra y la tostada se queda atrapada en mi glotis. Me levanto de un respingo y escapo. Solo se escapar. Y de tanto escapar siempre vuelvo al mismo sitio. Fugitiva circular hacia ninguna parte.

Acto segundo. La huevera.

Reviso la etiqueta de ese paquete de galletas. Nunca fui buena con los números. ¿Los buenos son los Kilo julios o las calorías? -Me interpelo a mi misma en un monologo idiota. Un olor conocido me atrapa por la espalda y un dolor agudo en el brazo me recuerda que ni calorías ni ostias. Aterrizo de golpe en la tierra y el brazo peludo me lleva en volandas.

-“Vamos Barbara, que parece que estas atontada”

Agacho la cabeza y sigo al carnero. Se para delante del pasillo de cervezas.

-”Estúpido ahora no tienes prisa. Te odio. Te aborrezco” - Mi labio inferior vibra y aprieto mis puños hasta que mis frágiles dedos dicen basta.

-“Otra vez pensando en las musarañas. No espabilas, Barbara”

Me atropella a su paso. Me trastabillo. Y solo me sale un: “Joder, Tomas”.
Me levanto furiosa con ganas de arañarle la cara como una gata en celo. Pero mi cuerpo no me obedece. Hay algo que no me deja avanzar. Una mano suave me entrelaza sus dedos. Me da una huevera y me dice: “Úsala. No estas sola”. Levanto de nuevo la mirada y la mano ha desaparecido.

Me incorporo y con la mirada perdida llego a la caja donde esta Tomas.

-¿Huevos? ¿Pero si sabes que no me gustan? Barbara estas muy mal.

Paso de largo le ignoro y deposito mi regalo en el carro.


Acto tercero. La llamada

Discusiones. Gruñidos. Soy esa actriz descolocada que nunca sale en plano. Soy la directora a la que su iluminador siempre le deja en negro. Soy la protagonista de mis peores pesadillas y lo peor es que lo he elegido yo. El detector perfecto de idiotas, unido a una esperanza inagotable de que todo ira mejor, junto a la mentalidad de sufridora de mi madre, me llevo a este calabozo de falsas ilusiones en la que lo único positivo que veo es una luz al final del túnel que me lleve al otro barrio.
Positiva que se ha vuelto una. Después de pasar mis huesos por la trituradora de la realidad solo te queda reírte. Si no me rio me muero. Y si me muero he perdido. Así que me rió y punto. Aunque corran lagrimas por mis mejillas, prefiero reír para no darme por vencida. Antes muerta que vencida. Así que ni vencida ni muerta. Ante mi destino solo me rio.
En esas que hoy toca para comer arroz a la cubana. Cojo de la nevera esa huevera olvidada que alguien me regalo agarrándome suavemente la mano. Y es entonces cuando vislumbro esos números torcidos, de trazo nervioso y que chisporrotean mi mente como si ya estuvieran los huevos en aceite hirviendo.
No pienso. Llamo. No lloro. Hablo. No rio. Me excito. No pienso. Grito. No lloro. Acuerdo la cita. Y ahora si. Rio. Rio. Y no paro de reír.

Acto cuarto. La PAZ

Suena el despertador. Sonido mortificador que me recuerda que debo seguir viva. De un codazo despierto a la fiera de sus ronquidos.
-¿Que?¿Que? ¿Que......?
El cuarto Que no lo oigo desde la cocina, pero si de nuevo sus ronquidos.
Vuelvo al cuarto y de un tirón el nórdico cae al suelo. Dejo ese cuerpo adiposo al descubierto que hasta mi sufridora madre vomitaría al verlo y le digo: “Son las 7. Levántate”

Me siento en mi mesa de la cocina. El mejor momento del día. Los 15 minutos entre que le idiota se levanta y se ducha. El ruido de la cafetera italiana. El olor de las tostadas. El roce de la mantequilla con el pan crujiente. Cerrar los ojos y notar que sigo viva.

  • Vas a perder el autobús”- Le doy el bocadillo, le abro la puerta y le apunto la puerta de salida como una azafata de vuelo.

El hace amago de despedirse con un beso. Yo le paro con la mano y le rozo con mis nudillos su cara. El idiota lo interpreta como un gesto de cariño. Cojo mi taza de café y me situó en la butaca numero 1 del pasillo que hay junto a la ventana de la cocina. El actor principal sale del portal. Aparecen unos actores secundarios con pasamontañas negros en la cabeza. Tomas se resiste. Los actores dicen sus frases sin palabras. Tomas cae. Ellos repiten su texto mudo una y otra vez. Doy otro sorbo al café. Tengo ganas de ver esta escena. Tomas grita. Las dobles ventanas amortiguan su interpretación. Este es un paso privado. Nadie te echara de menos. Nadie te ayudara. Nadie pagara mas por tu culpa. Ríos rojos irrumpen en la escena. Los secundarios rematan su secuencia con los pies. Una y otra vez. Hasta que desparecen de plano. El actor principal se queda en pause. Inerte quieto. Parece mirar a mi ventana. Parece suplicar ayuda. Cojo mi mando de la tele y bajo la persiana. Apoyo mi espalda en la pared y por fin respiro. Respiro. Respiro. Respiro y rio.


Acto quinto . Ave Fénix


He pasado media vida muerta de miedo por si perdía cosas que ya he olvidado.
Olvidar. Borrar. Desterrar.
Por no pisar a nadie, por timidez, por miedo a lo establecido nunca me atreví a bailar.
Postergar. Suprimir. Exiliar
Me creí inútil, débil, inane, incompetente, pero lo único que sufría era una nube negra que no me dejaba ver el sol.
Ignorar. Tachar. Confinar.
Soy fuerte. Seguramente igual que antes. Solo que ahora si lo se.
Reír. Reír. Reír.

Abro la puerta de casa. Es hora de sacar los colmillos.
Pero antes rescato mi huevera. El artefacto que encendió mi luz de luciérnaga.
La meto en mi bolsa de tela.
Para las que vengan.