La
maniobra de Heimlich es llamada así por el Doctor Henry
Heimlich,
que fue el primero en descubrirla,
en 1974.
Grande
este Heimlich. Doctorado en Medicina en el Weill Cornell Medical
College. No como yo que me licencie en la Universidad Complutense de
Madrid. Me entra síndrome de Paco Martinez
Soria cuando leo la biografía de esta
gente. De todos modos es algo cercano y cotidiano en el entorno en el
que crecí. Viví en una familia de 4
hermanos. Mi padre era medico. Mi hermano mayor neurólogo,
el segundo cirujano y el tercero psiquiatra. Todos licenciados con
honores en los estados unidos. Todos catedráticos
y expertos teóricos en teorías técnicas
pioneras a nivel mundial. Pero también
expertos en ser los tipos más arrogantes y vanidosos en cualquier
tema que se les pondría a tiro. Yo era el
pequeño de la familia. La gran esperanza blanca. El ultimo eslabón.
El que iba a cerrar una estirpe de reconocidos médicos. Pero creo
que tal vez la apatía pudo conmigo. Una
presión desmedida acabo con mis huesos en una tumba llamada
mediocridad.
Recuerdo
que cuando tenia 10 años mi padre me llevaba al hospital y recorría
aquellos largos pasillos de su mano. Siempre me parecía
gracioso el hecho de que todos fueran vestidos con diferentes
colores. Unos de azul, otros de rosa, otros de verde y mi padre de un
blanco nuclear. Siempre impecable. Medico Jefe de la planta 3. Todos
clasificados por colores en una competición de equipos. De todos
ellos me quede con el verde. El verde esperanza de las enfermeras.
Las enfermeras que me cuidaban mientras mi padre trabajaba. Fue mi
segunda familia. Recuerdo las carantoñas que me hacia Conchi y como
me estrujaba contra sus carnes. Años más tarde me entere que fue
una de las amantes de mi padre y creo que yo le daba el cariño que
no él le proporcionaba en su papel secundario de la “otra”.
Tal
vez por ello cuando tuve que decidir que camino elegir en mi vida
profesional una palabra vino a mi mente: ENFERMERO. Para que elegir
el camino de espinas, cuando puedo hacer algo sencillo y que me
gusta. Sin presiones, sin angustias, sin insomnio por no saber
separar trabajo y vida. ¿Y si mi pretensión en la vida no era mas
que ser un tipo normal?.Un tipo extraordinariamente normal.
Doblemente simple. Anormalmente no diferente. No quería
destacar, no quería ser un tipo notable, lo único que quería ser
empezaba por f y acababa por d.
FELICIDAD. Pero
ese sustento, tu familia, que piensas que siempre te va ayudar y
apoyar en tus ideas puso una serie de letras entre la f y la
d, que no fueron mas que duros obstáculos
que tuve que saltar para llegar a mi meta.
Primero
una ferocidad brutal ante mi decisión.
Mi madre me amenazo con desheredarme. Quitarme el apellido. Echarme
de casa. No darme de comer. Para acabar directamente por no hablarme
y hacerme un vació total. Durante dos
semanas sentí la soledad de un explorador que camina solo por la
nieve en busca de su polo que le dirija al norte.
Segundo
una frialdad heladora. Creo que mi hermano el psicólogo
les dijo que lo mejor era darme la razón como los locos y aplicar lo
que llamaban psicología inversa. Volvieron
a hablarme, nadie me llevaba la contraria. Todo eran facilidades y
sonrisas. Es tu futuro. Eres tu el que decides. Te apoyaremos en
todo. Durante algún instante tantas facilidades me hicieron dudar,
pero tanto cariño que nunca había visto,
me hizo desconfiar.
Tercero
y ultimo se paso al estado de frivolidad total. Como
veían que la indiferencia y el dejar que
yo me diera cuenta por mi mismo de mi error no funcionara. Decidieron
atacar con sus misiles tierra-aire al centro de sujeción de mi
existencia: Mi dignidad. Risas. Burlas. Chistes. Carcajadas.
Mandíbulas desencajas. Mi casa era un
carrusel del humor en el que mi cabeza tenia forma de diana. Se vio
atacada mi masculinidad por querer trabajar en un mundo de mujeres.
Me animaron a salir del armario. Me denigraban diciéndome que solo
limpiaría culos y que me saldrían callos
en las manos de poner inyecciones. Toda
comida de domingo que se dignara, acaba con una seria de ataques a mi
persona.
Pero
como dice el refrán, lo que no te mata, te hace mas fuerte.
Lo único que hicieron con su actitud es que cada día
tendría las cosas mas claras. Y el solo hecho de imaginar a mi madre
contando a sus estiradas amigas que su hijo era enfermero me hacia
relamer de satisfacción.
Me
convertí en la oveja negra de la familia.
Un bicho raro. Un paria. Un judío en este mundo nazi en el que si no
eres como los demás solo te queda escapar de la cámara
de gas que es la sociedad.
El
Doctor Heimlich era una persona que había
logrado disminuir en un 25% el numero de muertos por asfixia.
La
lista de logros que había conseguido en mi vida desde que me gradué
creo que van a pasar la historia de la enfermería.
He conseguido recorrer los 15 metros que hay desde la recepción
hasta la ultima habitación de la planta en
20 segundos. Eso si resbale en el ultimo momento y choque contra el
suelo. Unos ronchones resecos de color rojo pegados a la pared me
recuerdan todos los días que siempre fui
un tío estacionario. Mi segundo logro
tiene que ver con las bonitas sesiones nocturnas que se pasan en los
hospitales. Logre tomarme en el turno de noche 10 cafés
de la vetusta maquina de la esquina sin que mi aparato digestivo me
dijera: “tienes una emergencia”. Mis compañeros guardaron los 10
vasitos, los apilaron uno encima de otro y pusieron una plaquita en
forma de trofeo. “Premio tu aguantas lo que te echen”. Guasones
que somos los enfermeros. A partir de esos momentos todos los
pacientes mas problemáticos me los encajonaron
a un servidor. Y de ahí surgió mi ultimo
mi gran logro que fue conseguir que una familia gitana, que cuidaba
a un patriarca convaleciente, no colapsara la habitación. Conseguí
que hicieran turnos de siete en siete. Toda una victoria si
supierais que el primer día se presentaron 50 personas dentro de la
habitación. Aunque la victoria fue menor,
si se tiene en cuenta que cada tarde tuvieran una sesión de taconeo,
como si su habitación fuera el tablado del Corral de la Pacheca.
Por lo menos conseguí que el gitano de la guitarra no subiera el
amplificador y cantara en acústico sus
sesiones homenaje al patriarca. Es lo que tiene el mundo de la
enfermería. Los logros no pasaran a la
historia de la medicina. Pero tal vez se podría hacer un fanzine
del humor con todas las historias que nos suceden.
La
maniobra de Heimlich es una técnica de emergencia para prevenir la
asfixia cuando se bloquean las vías respiratorias de una persona con
un pedazo de alimento u otro objeto.
Asfixia
era lo que sufría yo. Pero era una asfixia que no se solucionaba con
un golpe seco. Mas bien era algo permanente y periódico
que me sucedía cada vez que me tenia que relacionar con mi familia.
Poco a poco el foco censor con el que me observaban fue bajando la
potencia. Nuestros lazos se fueron soltando. Nuestros nudos marineros
encontraban fácil solución. Pero todo gracias a dos ingredientes
el tiempo y la distancia. Y finalmente me quede solo. Solo a media
luz. Nadie se interponía en mi forma de mi vida.
Pero tampoco había nadie para
interponerse. Tantas ganas tenia de
estar por fin solo, que siempre buscaba una excusa para romper con
mis parejas. Ninguna colmaba mis expectativas. Me
convertí en un mal sueño para mi familia. Una pesadilla que no
sucedió. Un borrón en el cuaderno.
Pero
como todas buena pesadilla, siempre se vuelve a repetir y yo volvía
a ver a mi familia en una fecha fija todos los años. 25 de
Diciembre. Navidad.
5
metros de madera maciza. Un chalet con piscina. 2 Filipinas, un
ecuatoriano y un boliviano como servicio. Un padre ejemplar. Una
madre con 3 liftings. 3 hermanos. 3 cuñadas. 1 abrigo de vison, uno
de chinchilla y uno de zorros. Un mercedes.
Un BMW. Un todo terreno gigante. A cada
cual mas grande. En una mesa supletorio siete niños de los que no
conozco sus nombre me gritan tío,tío,tío..
..
Y
yo ahí callado sentado en una silla,
esperando las embestidas.
¿Y
que tal te va en el trabajo? La primera pregunta siempre era blanda
para empezar
¿Mucha
presión? Risas
¿Has
cambiado el uniforme verde por una mas fashion? Risas II
¿Que
tal van las novias? Risas III
¿Que
tal tu ultima operación...(silencio 1,2,3) de cambio de pañales?
Risas IV.
Y
en ese jolgorio de risas y carcajadas.
Veo
que mi madre. Mi querida madre que me ha machacado toda la vida.
Empieza a pedir ayuda. Empieza a toser. Comienza a mover las manos.
A hacer aspavientos
incontrolados. Los ojos se le dan la vuelta. Un tono morado empieza a
aparecer por sus mejillas. Algo esta obstaculizando su garganta.
Durante unos segundos pienso que es su bilis. O su lengua viperina
con la que creía que muchas veces iba a morirse como las culebras al
mordérsela.
El rencor me inunda y dudo durante unos segundos dudo si merece mi
ayuda. Recuerdo primero de carrera de Enfermería.
La clase de Primeros Auxilios. La maniobra
de Heimlich. Pongo a mi madre de pie, le abrazo por la espalda con
los brazos. En esta posición le presiono con una mano cerrada y la
otra recubriendo la primera. Apoyo el puño con el pulgar sobre el
abdomen y presiono hacia el centro del estomago,
justo por encima del ombligo y bajo las costillas.
Una
aceituna sale volando de su boca y atraviesa toda la mesa, hasta dar
en la frente de mi padre.
Las
risas se enmudecen. Todos me miran con cara de incredulidad y de desconocer que es lo que “coño” ha ocurrido. Mi madre respira,
me mira a los ojos y me da un abrazo. El abrazo mas largo que
recuerdo desde que decidí ser enfermero.
Noto como las partículas que componen mi
vida se recolocan y una cosa llamada dignidad se posa sobre mis
hombros. No hace falta dar explicaciones, no hace falta entrega de
medallas,no hace falta golpecitos en la espalda. Recuperé un estatus
y mi madre volvió a mirarme a los ojos. Aunque también creo que
tiene que ver el hecho que el día antes de
este incidente me apunte a Medicina por la UNED. Coincidencias que
tiene la vida.