Llevaba un tiempo pensándolo y era el mejor final
para mi monótona historia. Una ciudad de luces de neón para despedirme de este
mundo. Una ciudad de personas en transito, personas que no se conocen y solo
quieran dejar de pensar.
La autopista de acceso estaba abarrotada de coches.
Todos pasados de revoluciones, todos a una marcha más de lo recomendado, como
el piloto en la ultima vuelta de la carrera con la adrenalina a tope, queriendo
pasar por encima de su rival, deseando llegar al lugar que les iba a
proporcionar la solución que estaban buscando. Una vez tomado el desvío 666, ya
no había vuelta atrás, era un punto de no retorno, solo quedaban unos veinte kilómetros para
llegar a la frontera. La autopista de
seis carriles se encajonaba entre dos muros de hormigón de cinco metros y se
entraba en una terapia de choque de luces y sonido. Cada dos kilómetros encima
de nuestras cabezas aparecían unos paneles luminosos, que no daban ninguna
indicación de trafico, solo lanzaban imágenes que hipnotizaban a los
conductores. Era la lectura de la carta que te hace el metre en un restaurante
de lujo, cada mensaje era una escapada hacia delante, una via de escape a una
vida de opresión y una salida a lo nunca imaginable.
80 por hora marca el velocímetro y encima mío leo el
primer plato.
Majestuoso Concierto en
Casino Palace Hotel. Michael Jackson y Amy Winehouse cantando duetos mientras
usted juega a la ruleta. Juego y diversión asegurado. El Cartel de Medellín le da la Bienvenida a la ciudad.
100 por hora. No puede ser verdad. Es cierto lo que
me habían contado. Mis pulsaciones comienzan a acelerarse. Noto el latido de mi
corazón que va a salirse del pecho.
Segundo cartel: Partido
de las estrellas en el Estadio Olímpico. Brasil del 70 vs. Barcelona del 2012.
Pele vs. Messi. El partido nunca visto. Barra libre sin límites. Alcohol,
drogas y rockandroll viendo su deporte preferido. La mafia siciliana le desea una buena estancia en la ciudad.
120 por hora. Sonrió, una sonrisa de oreja a oreja,
tengo ganas de gritar, muevo la cabeza adelante y atrás. Estoy feliz, tengo
ganas de vivir, de asaltar la banca, de apostar todo al tres rojo. Sin control,
sin orden, sin nada que me retenga.
Tercer Cartel: Juan Pablo II y Osaba
Bin Laden bendecirán a dúo la
Nueva Catedral/Mezquita construida en honor a nuestro Dios. Última
hora: Elvis cantara los coros. Novedad:
Reserve un palco privado para insultarles si es usted Ateo. La
Yakuza japonesa
espera que la ciudad sea de su agrado.
140 por hora. La sonrisa deriva en carcajadas
descontroladas. ¿Pero esto que es? ¿Esto no puede ser verdad? Esto es el puto
cielo.
Tercer cartel. Club Elegance. El mayor
Club del mundo. Chicas y chicos de todos los continentes. Los límites los pone
usted. Reserve mesa en nuestro exclusivo
restaurante. Comandos
albano-kosovares le desean que todos sus deseos se cumplan en la ciudad.
160 por hora. Los pelos de punta. Cuando llego al
cartel que asalta la banca.
Concierto Aniversario 50
años de la ciudad. Exclusiva mundial.
Los beatles unidos de nuevo. Único concierto. Teloneros: Frank Sinatra,
Bob Marley. Barra libre de marisco y champán. La
mafia rusa le desea una feliz llegada a la ciudad.
Cuando el velocímetro ya marca 180 y mi coche ruge
tan fuerte con mi corazón me encuentro
una curva a la derecha y los muros que me dirigían y aislaban
desaparecen para descubrir la mayor contaminación lumínica y sonora que he
visto nunca.
El skyline de edificios te recibe mostrando la
majestuosidad del ladrillo, las luces te deslumbran dejando al conductor
paralizado y ciego como si estuviera delante de Sodoma y Gomorra y un ruido
feroz delata que algo se está moviendo en esa ciudad.
Paso sin problemas la aduana. Un maletin llenos de
billetes es mi pasaporte a la libertad. Ni una pregunta, ni una traba, ni un
problema en cuanto abrí mi corazón lleno de euros a aquellos funcionarios.
A cambio me dieron una llave electrónica que era el
salvoconducto que me daría acceso a las entrañas de esta ciudad. Esa llave
abrió primero la puerta de la suite que habia contratado, donde me encontré el kit que iba a hacer
más fácil mi adaptación a esta tierra hostil.
Un fajo de billetes del monopoly. Una botella de
whisky de la que pego un largo trago. Pastillas, cocaína, crack, heroína...
Esto no es lo mío, pero me aprovisiono por lo que pueda surgir. Una pistola y
una escopeta. Elijo la pistola y la coloco en mi espalda junto a mi cinturón como
en las películas. No hago caso a los consoladores, juguetes eróticos y lencería.
Cojo un chaleco antibalas y me veo ya preparado para comenzar a dar dentelladas
a esta ciudad.
8 de la tarde. Salgo del hall del hotel.
Tengo demasiados sitios que visitar y muy poco tiempo entre mis manos. Mi primera visita el casino. Saco mi fajo
billetes y comienzo con el black jack. No tengo suerte. Paso a la ruleta y la diosa fortuna visita acaricia suavemente mis mejillas rojas. Asalto la banca. Las chicas revolotean a mí alrededor. Soy el
rey del mambo. Michael Jackson canta BAD en el escenario y me digo ese soy yo:
“El chico malo”. Es el momento de otro whisky.
10 de la noche. Llego en limusina al estadio olímpico. Lo veo
todo borroso, pero me siento eufórico. Me apetece hablar y hablar. No conozco a
nadie, pero eso no es problema. Voy devorando copas. Las botellas se acaban. La
conversación va subiendo de tono. Gritamos. Y gritamos. No nos importan los
goles de Pele, solo queremos acabar con todo. Somos hoollygans desatados.
Lanzamos botellas al campo y la policia nos desaloja del estadio.
1 de la mañana. El estomago ruge y un
metre nos cuenta exquisiteces francesas con títulos tan largos que la carta
tiene varios tomos. Pruebo 7 platos. Todos igual de pequeños. Lo más selecto.
Langosta. Ostras. Salmón. Caviar. Carne de canguro. Solomillo de avestruz. Le
pregunto al chef donde se han dejado el chuletón con patatas fritas. Me da unos
golpecitos en la espalda felicitándome por la broma y no me queda otra que
seguir dando sorbos al Moet Chandom.
3 de la mañana. Risas descontroladas. Flirteo con una chica.
Le cuento chistes que no recuerdo ni recordare. Ella sonríe. Ella suelta
carcajadas. Ella se va. Otra chica. Esta vez me pide que le acompañe a su
habitación. Me pide 20 billetes de los verdes. No me importa. Hoy es mi día.
5 de la madrugada. La noche se va esfumando en mis manos. Todo se va complicando. Me siento indefenso. De momento me acuerdo de todo. Pero una profunda bruma comienza a cubrir mi noche. Estoy confundido. Voy viendo todo por una mirilla que se hace más y más pequeña. Discuto por algo que no recuerdo. Oigo de fondo Yellow submarine. Un mexicano me apunta con una pistola. Es mi última imagen. Llega el negro absoluto.
Abro los ojos. No sé qué hora es. No recuerdo lo que
hice ayer, pero el ruido de la muchedumbre
en la calle me hace entender que la ciudad esta despierta y estoy
perdiendo el tiempo en la cama. Chasqueo la lengua, tengo la garganta seca y un
regusto a agrio recorre mi boca. Un espejo en el techo me muestra mi rostro
lleno de moratones y restos de sangre, unas bonitas ojeras delatan que no he
dormido mucho. Me incorporo y me digo a mi mismo: “hay que seguir viviendo”.
La tele encendida a todo volumen es mi hilo musical.
Creo que ayer llegue cariñoso al hotel porque deje sintonizado el canal para
adultos. Una película porno hace más amena mi despertar. Los gemidos se oyen 5
pisos más arriba.
Al vecino no parece molestarle y grita dando golpes
en el suelo.
-“Dale fuerte...., ¡campeón!” -Todo ello seguido de
una atronadora carcajada.
Cambio de canal.
Apueste es muy fácil. Solo tiene que mandar 1777 número
de caballo ganador y en cinco minutos sabrá si es millonario.
Cambio de canal.
Dios existe. Dios es tu salvador. Vayamos todos
juntos a conocer la verdad.
Cambio más rápido de canal.
Un presentador de
telediario me señala con el dedo, ¿Alfredo? ¿Es usted Alfredo Fernandez?
- “Si ese mismo”- le
respondo vacilón, esperando una nueva sorpresa.
- Señor Alfredo, tengo un
poco de prisa así que seré rápido. Revisando su expediente de entrada, accedió
a la ciudad usted hace dos días con un pase turista, ¿sabe que su tarjeta ha
caducado?
-Esto....-intento atrasar
la noticia que ya sabía que iba a suceder, pero no se me ocurre nada, tengo el
cerebro atrofiado por tantos excesos y no consiga elaborar ninguna excusa.
-Hemos revisado su tarjeta
de crédito y ya no tiene más fondos.
Respiro lentamente, intento recordar los momentos
vividos en esta ciudad, cierro los ojos y espero tranquilo mi fin.