Lunes. La incertidumbre
gira lentamente en mi cabeza igual que las aspas de un ventilador. Las manos me
sudan y noto como mi garganta seca no se alivia tras unos continuos carraspeos.
Abro mi cajón mágico y cojo un optalidon y un citalopram que apaciguan la
ansiedad furiosa que me acecha todas las mañanas.
Hoy estreno uniforme de recluso en esta singular
prisión de cafés y copas. Chaleco negro brillante, pajarita blanca y una camisa
gris jaspeada con tonos amarillos. Clasicismo rancio para clientela variada.
Señoras con permanente. Modernos que buscan ser más modernos. Momias con abrigo
de visón. Trabajadores que buscan un respiro. Y gente en tránsito que
simplemente pasa por allí.
Los grandes ventanales de
la cafetería dejan entrar los rayos de sol. El cielo está despejado y no hay nubes. Parece que el maldito lunes se
apiada de nosotros y nos recibe con un cálido abrazo. Son las once y Marta está
a punto de llegar para tomar su café con leche matutino.
-“¡Qué
guapo!, estas, Tomas, ¿traje nuevo?” – Me dice Marta con una sonrisa.
Raudo y veloz acudo a su
mesa con un café en el que previamente había
dibujado un trébol de cuatro hojas.
- “¡Para que tengas suerte!”- Le replico con una frase totalmente
calculada.
-“¡Eres un encanto!”- me responde
Sonrío de oreja a oreja y
vuelvo a la barra levitando unos centímetros por encima el suelo. Le observo
furtivamente y veo como su mirada se
para en la cartelera del periódico. Saco mi libreta azul y apunto “Le gusta el
cine. Invitarle a ver una película puede ser una buena idea para una primera
cita. .Después de dos semanas Marta parece que al fin se ha fijado en mí. Esto
es el principio de una bonita amistad.”
Martes. Hoy puedo ser un
buen día. Un sol brillante entra por la ventana y las señoras han dejado su
abrigo de visón en casa. La temperatura es perfecta, como mi estado de ánimo. Hoy
me siento extrañamente alegre. La pastilla de Xanax combinada con Lorazepan
parece que ha surtido efecto. Marta entra a la cafetería hablando por el móvil
acaloradamente. Lleva una camiseta de tirantes que deja ver su espalda. No me
dice “Hola” y se sienta en su mesa directamente. Salgo de la barra ninguneando
a una señora que me llama desde el fondo del bar y le llevo su café. Le recito la frase que había estado ensayando
hace una hora en la intimidad del baño con un falso tono de frescura.
-
“ Un café de película para la cliente mas cinéfila
del bar”
Había conseguido realizar
una silueta de Batman sobre la espuma de
la leche y esperaba ansioso cual sería la respuesta.
Marta sorprendida no me
devuelve su caricia diaria en forma de gratas palabras y con una cara mezcla de
extrañada y aturdida me suelta un lacónico: “Gracias” y vuelve la mirada a la
pantalla de su móvil que parece proteger su intimidad.
Soldado herido vuelve a
su base. Desde mi trinchera veo como mi creación es aniquilada por un
azucarillo y como una malvada cucharilla lo hunde en la profundidad de la taza.
Cojo mi libreta azul y apunto. “No le gusta el cine de Superhéroes o por lo
menos Batman. Nuestros gustos son diferentes, pero los polos opuestos se
atraen. Hay que ser positivo. Marta se merece un esfuerzo. Esos hombros
descubiertos poblados de pecas necesitan unos brazos que los arropen”
Miércoles. El tiempo ha
cambiado, una borrasca ha dado paso al anticiclón que siempre se coloca en las
azores y las señoras entran al bar con sus guantes y bufanda de lana. Parece
que va a llover y no me gusta. Los días
que llueve Marta no viene a tomarse el café y se queda en la oficina. Salgo a
la calle y veo unos grandes nubarrones en el cielo. Pongo mi mano sobre la
frente e intento vislumbrar la cantidad de agua que llevan las nubes. El
clonazepan mezclado con la trazodona siempre me hacen ser muy perspicaz y
agudizan mi ingenio, hasta tal punto, que mi imaginación me hace subir a las
nubes.
-¿Qué miras con tanto
interés Tomas? ¿Buscas a Batman? – me dice sonriendo Marta, que se ha parado delante de mí.
Me quedo mirándola
abobado y no puedo parar de sonreír. Lleva un pañuelo gris que da un par de
vueltas a su cuello y le protege del frio. Su aroma llega a mis fosas nasales
inundándome de una placidez que no me había proporcionado ningún fármaco. Le
gusto Batman. Pienso. Nota para mi cuaderno azul. Se acuerda de Batman. Grito
de júbilo mudo.
-
¿Bueno que
Tomas me dejas pasar? Es que estas siempre en la luna.
Vuelvo de golpe a esta
vida y corro veloz a la cafetera. Esta vez elijo la figura estándar de esa luna
que me amparaba e improviso mi discurso cuadrado de todos los días.
- “Un café para compartir mi luna con la
señora”
-“Ay Tomas que ocurrente eres” - me responde
La observo detrás de una
copa preparada de ginebra y observo cómo sus dedos teclean su móvil. Este suena
a los pocos segundos, pego un respingo y entre las cabezas de los clientes, veo
como se ríe y lanza una sonora carcajada. Cojo mi cuaderno azul y apunto. “Hemos
superado nuestro primer bache en nuestra relación. Estaba equivocado puede que
Batman no le disguste. Parece que le caigo bien. Le gusta que le hagan reír.
Posible regalo para su cumpleaños: un fular nuevo.”
Jueves. La borrasca se ha
quedado anclado en las azores y la suerte que tuve ayer hoy es esquiva. Una
lluvia fina me ha acompañado en el trayecto al trabajo y de momento una pequeña
tregua mantiene seco el asfalto. Hoy me
he levantado con un mal presentimiento. Marta no me quiere. Seguro que le gusta
otro. Habla mucho con el que vende los cupones y le suelo ver conversar
animadamente con el vendedor de revistas. El pesimismo me está hundiendo en un
pozo de tristeza. Hoy mi mezcla de los jueves de Zoloft, Citalopran, Prozac y
una pizca de sertralina no parece hacer
efecto. Ojos brillantes. Miro por la ventana y veo como mis lágrimas caen de
las nubes. Una luz húmeda aparece en mis ojos. Salgo a la calle impasible y
noto como las gotas de lluvia caen sobre mi cuerpo. En vez de nadar y seguir hacia delante,
hoy decido hacerme el muerto. El viento
golpea mi cara. Espero ,como ese perro fiel a que llegue su amo, pero no recibo
ninguna respuesta. Cuando noto que el frio llega a mis huesos, vuelvo a mi
caseta a lamerme las heridas.
Cojo mi cuaderno azul y
escribo.” Odio a Marta. Odio a Marta. Odio a Marta”. Pasados unos minutos
parece que al fin la medicación me hace efecto. Tacho enérgicamente con el boli la línea escrita y traspaso varias
hojas del cuaderno. Borrón y cuenta nueva. Dudo unos segundos y escribo: “Hoy
iba a tener una bonita conversación con Marta, pero ella no ha aparecido. Somos
como las parejas que viven juntas, pero realmente están solas. Vivimos alegres
nuestra soledad. Somos un triangulo imperfecto. Mañana será nuestro dia.”
Viernes. Se esperan subidas generales de la
temperatura y nuestro amigo el anticiclón de los azores vuelve a estar de mi
lado. El sol radiante luce a través de los cristales del bar y hoy Marta ya no
tiene excusa para faltar a nuestra cita. Hoy me siento con fuerzas. No quiero
ni clonazepan, ni diazepan, ni lorazepan, ni nada que termine en pan. Hoy voy a
ser yo mismo. Hoy marta vas a conocer a Tomas. Un temblor en mi mano izquierda
comienza a combinarse con un tembleque en mi rodilla. Estoy tentado en tomar un
poco de Celexa que me da confianza, pero doy un respingo y me digo una y otra
vez “Tomas eres el mejor” “Tomas eres el mejor” “Tomas, coño, eres el mejor”.
Llega el momento deseado.
-“¿Que buen dia hace Tomas,
no?” – me dice Marta entrando por la puerta del bar.
Ejecuto mi obra maestra y
dibujo un bonito corazón en medio de la taza de café. Salgo de la barra seguro
de mi mismo y atravieso varias mesas hasta llegar a Marta.
-
“Un café romántico
para una persona especial” – Le suelto sin miedo.
Me doy la vuelta y busco
en el bolsillo de mi chaleco una rosa blanca que había elegido cuidadosamente esta
mañana en el mercado del barrio. Con los ojos cerrados me doy la vuelta y
alargo mi mano a la espera de que ella recoja mi flor. Pero pasan unos segundos
y no noto sus manos contra las mías, ni su olor en mi nariz. Abro los ojos y un
chico rubio alto la esta abrazando y me está apuntando con el dedo:
-
Marta, ¿este
colgado quién es?
Tiemblo, mis pupilas
brillan, la flor se escurre entre mis manos, caigo al suelo, mis ojos se vuelven a blanco y comienza mi
ritual: “Gritos, pataleos, golpes, puñetazos al suelo, ruido de ambulancia,
enfermeros y tranquilidad final en una sala blanca de hospital”
Lunes. Ha pasado un mes
desde mi cita fallida con Marta. Estreno traje de nuevo. Esta vez chaleco
marron, camisa amarilla con pajarita a juego. Hoy me he tomado el Citalopram y para evitar
errores le he añadido un poco de Zoloft. Rebeca entra por la puerta y me saluda:
-
Tomas, buenos
dias.
-
Buenos dias
Rebeca, ¿lo de siempre, no?