Blanco y Negro
Con la mente
en blanco y sin poder pensar. Mi cerebro se va a negro. Una hoja en blanco me
mira y mis dedos son incapaces de moverse. Negros pensamientos. Incapaces de
teclear. Incapaces de expresarse. Un oleo en blanco incapaz de ser manchado. Una
lente defectuosa. Un rollo de película rayada. Un escritor frustrado. La radio
habla de la muerte del poeta Felix Grande. No le conozco, pero su potente voz
llama mi atención. Le preguntan si escribir es sufrir y con su voz grave y sonora declama:
-“Es por lo
menos haber sufrido. Se escribe sobre todo con el conocimiento del dolor. Se
escribe desde el conflicto.”
Creo que hace
tiempo que no vivo en un conflicto vital como el actual, pero mis pensamientos
son huecos, mis ganas de escribir son nulas y el dolor no hace que aparezcan
nuevas ideas. Negros nubarrones revolotean en mi cabeza y una pereza inútil me
provoca una ceguera literaria que maniata mi imaginación. Mi personaje siempre
muere en la primera página. La tinta se desliza por la hoja sin afianzarse,
rápidamente se desmorona y un borrón mancha cada uno de los folios. Mi historia
viaja siempre por caminos secundarios y cuando encuentro la entrada a la
autopista siempre me topo con ese maldito peaje vital que no me deja pasar.
Nunca llevo dinero en los bolsillos y siempre
vuelvo a la misma carretera perdida.
Mi cerebro no
quiere arrancar. Pause pulsado y el botón de avance estropeado. Los cabezales
de mi viejo video Beta chirrían intentando reproducir esa cinta que hay en el
videoclub de mi cabeza. Los soldados de mi mente están agazapados en sus
trincheras, esperando una nueva embestida, soldados hundidos, soldados que solo
quiere volver a su casa, soldados que esperan pacientes un momento de calma
para volver a vivir.
No hay nada, solo puro egocentrismo. Solo yo.
Nada más. Nada que contar. Nada en blanco. Todo en negro. Cero absoluto. La
mente en blanco.
Sigo
escuchando esa voz potente en la radio y sus palabras se clavan como lanzas en
mi pecho. Felix Grande de nuevo. “La poesía no es solo un género literario, creo
que es un estado de gracia. La poesía viene cuando uno se lo merece, cuando uno
está en disposición de coraje y de inocencia suficiente para que las palabras
se queden a vivir contigo una temporada”
Me incorporo,
abandono mi escritorio vacio de palabras y me miro al espejo. Pelo alborotado,
mirada cansada, barba raída que sale sin fuerza y profundas ojeras marcan mi
rostro. Ni estado de gracia, ni coraje ni inocencia. Solo estado de sitio, cobardía y
representando el papel de ese funambulista sin red que ve que cada vez está más
cerca el suelo.
-¿Dónde están
mis palabras? ¿Qué he hecho yo para merecer esta tierra yerma de lucidez y
ávida de oscuridad? ”- Grito desgarrado sin acabar de creérmelo.
Escribe.
Vamos escribe. Tú puedes. Lo has hecho antes. Ha llegado la hora. Lo necesitas.
Te lo mereces
Tengo ganas
de escribir. Mi mente está clara. No hay nada que me moleste. Lo tengo todo.
Pero la pantalla sigue en blanco. Me levanto, recorro el pasillo. Me vuelvo a
sentar. Algo me impide escribir. Quiero contar todo lo que me pasa. Tengo ideas
nuevas. Pero el enemigo invisible sigue ahí. Esto no puede ser tan complicado.
Me doy
ánimos. Golpeo mi frente con las manos. Mis nudillos chocan contra la mesa.
Estoy a punto de empezar. Pero la página sigue en blanco.
Todo lo veo negro. Como la persona que
escribió mi primer libro.