BLITZ. COMO UN RELAMPAGO.
“Que todo acabe mal es una condición
inherente al hecho de estar vivo.”
Cierro el
libro y lo dejo reposar sobre mi pecho. Como la piedra que cae sobre el agua cristalina,
esas palabras emborronaron mi mente. Los nubarrones acechan y la presión en el
pecho no me deja respirar. Miro al techo y fijo mi mirada en aquella
escurridiza grieta que atravesaba mi habitación de izquierda a derecha. Parece
una frontera. Esa frontera que nos separo. Maldita Marta. Todo me recuerda a
ella. Todo me lleva a ella. Ella era todo lo que me movía. Me dejo inerte, como
ese chapapote denso y pesado que se queda pegado a las rocas. Atado a aquella
cama pasaba los dias en una vida al mínimo. Mínima potencia. Levitando como un
fantasma al que le han quitado las ganas de asustar. Como ese funambulista vago
al que no le dan miedos las alturas y se queda sentado sobre el alambre sin
ganas de pasar al otro lado. En un limbo mental a la espera de que el barquero
de las niñas bonitas me pasará a la otra orilla. En una rutina constante. Con
las constantes vitales en total rutina.Ganas de escapar. Escapar y no llorar. Llorar y no parar de escapar.
Siempre perdido entre la inmensidad de mis
sabanas. Y de repente entre la bruma de mis pensamientos como si de un faro se
tratase, aparece una luz parpadeante que
proviene de mi móvil. Me incorporo, no sin antes soltar un quejicoso y lastimoso: “Ayyy” y veo en aquella pantalla un mensaje enviado por un contacto llamado “MartaTeOdio”.
Así fue como la bautice en mi agenda de contactos a la innombrable, habiendo
pasado antes por el nombre MartaVuelve, MartaTeAñoro, Nollamar,
Nollamardenoche, Nolallamesporfavor y el que más me gustaba una largo y
pronunciado NOOOOOOOOOOO.
La conocí de forma ocasional en un bar de música ochentera. El flirteo, paso a caricias y las
caricias se convirtieron en un encuentro brutal en el asiento trasero de mi coche. Los tiempos de pasión desaforada de
película X, pasaron a una comedia aburrida sin sexo de Jennifer Anniston y
desemboco en un final de zombis sin cabeza a lo Walking Dead.
Las manos me sudan y una cierta
sensación de inseguridad no me deja pensar con claridad. Tres meses sin saber nada de ella y de
repente el cartero trae nuevas noticias. Mi corazón se acelera y noto una
cierta perturbación que me ciega. Abro el mensaje:
-“Me tienes
que devolver el libro de David Trueba que te deje”.
Ni un Hola.
Ni un adiós. Ni un “¿Qué tal?”. Tono imperativo. Hay que hacer lo que dice
ella. Como un relámpago me enervo. Tengo ganas de golpear las paredes. De
gritar alto y fuerte. Me pongo en pie. Agarro entre mis manos el libro que me
pide “la maldita” y declamo al viento:
-“Este libro
es mío y no lo vas a ver nunca más”.
Me decías que
no leía. Pues ahora leo. Y mucho. Me reprochabas que fuera cuadrado. Pues ahora
improviso. Me echabas en cara que no era
capaz de discutir. Pues aquí estoy yo para plantarte cara.Me decías que no tenía carácter. Pues aquí
viene el nuevo Don Draper capaz de convencer a quien se ponga por delante. Me decías
que era aburrido. Pues te vas a enterar. Abro la ventana de mi habitación y
comienzo a arrancar las hojas de su libro. Marta esto va por ti. Las hojas van
cayendo lentamente desde mi séptimo piso. Marta espero que te guste. La piel se
me eriza. Marta esta hoja te la dedico. Marta
te he olvidado. Marta no significas nada en mi vida. Marta no me gustas. Marta no
vas a mandar sobre mí. Marta no eres nada. Martaaaaaaaaa……
Las hojas
vuelan, la sangre me hierve, la voz ronca roza mis cuerdas vocales y me siento
cada vez mejor y mejor….Dos vecinas aparecen curiosas en sus ventanas ante el
inusual revuelo y miran con cara incrédula mi acto de rebelión Un centenar de
hojas aterrizan sobre la acera como paracaidistas en una guerra sin cuartel. Noto
que mis dedos ya no puedan arrancar más rabia y resentimiento y mis manos
raspadas llegan al cartón que encuaderna el libro. Me asusto de la furia que
llevo dentro y corro rápido de nuevo a mi mar de sabanas con las mejillas rojas
y el corazón latiendo hasta el techo. Mi móvil de nuevo me llama con su luz
brillante:
-“Hola, Nacho,
ya he encontrado el libro. Perdona por las molestias. ¿Todo bien? Un abrazo.”
El relámpago toca
tierra y a los pocos segundos un trueno ensordecedor retumba en mi cabeza. La vida a la mínima potencia vuelve a su cauce
y la bonita grieta en el techo es mi única distracción de nuevo.