Tonos grises y paredes
descorchadas. Julián parece yacer más que descansar sobre un improvisado somier
hecho de palés de madera. Tumba en vida. Vida camino de la tumba. Como adorno a
su raído mueble, unas puntas dobladas distribuidas de forma aleatoria, y que muchos días en sus andares nocturnos
habían dejada marcada su piel. Por lo menos no estaban oxidadas le solía decir
Natalia. El buen conformar. En una esquina una estufa que compro en
cash-converters por 20 euros. Paradojas de la vida se parece mucho a una que
tenía en Madrid y que también empeño para comprar la gasolina que le diera un
impulso para avanzar en su aventura que le ha colocado en Berlín. Con una mano
delante y otra detrás. La clave era avanzar, pero avanzar a ser posible pero
sin dejar puertas entreabiertas. No había marcha atrás. Camino sin retorno. Así
que vendió todo lo que le pertenecía y también lo que no era suyo. Adiós libros
prestados por amigos. Adiós tele que le dejo su prima. Adiós amigos. Adiós
recuerdos. Hola nueva vida. Hola futuro incierto. Se compró un billete lowcost,
voló agazapado entre dos asientos que no le dejaban respirar y aterrizo en aquel cuadrilátero a la que le
gustaría llamar habitación. Así están las cosas, no da ni para una habitación de
invitados. Vuelos altos y aspiraciones por los suelos. Poder aspirar se había
convertido en intentar sobrevivir. Un pseudo pasillo habitación era donde
vivía. Es algo temporal, pero él sabe que la temporalidad se va a convertir
seguramente en estacionalidad Aquello era una ratonera. Subsuelo. Con los
muertos. Pero estaba bien comunicada y la compañera de piso era perfecta. Natalia.
Su amiga de la infancia. Su
confidente y su amor platónico nunca reconocido.
-Julián, me voy – Le dijo
Natalia dando una suave palmada en la espalda.
Julián intento devolver un “buenos
días”, pero algo inteligible salió de sus labios. Se dio la vuelta y vio a
Natalia de cuclillas apoyando su mano sobre su cama con una mirada burlona.
-
¿Resaca? – le
dijo Natalia sin poder esconder una sonrisa
Julián busca una botella
semivacía que también yacía semiherida junto a su cama, le da un sorbo y le
dice.
-
No estoy bien,
me levanto y voy a buscarme la vida en seguida.
Natalia cierra la puerta de
casa y Julián se queda allí solo. Se sienta en el borde de la cama. Una brisa
fría le escupe la espalda. Recoge su manta del Ikea y se la pone sobre los
hombros. Es la viva imagen de un refugiado que llega a la costa en patera y le
ponen una manta térmica. Sin destino. Exhausto. A la deriva. Pero en el lugar
adecuado para prosperar. Se atusa su pelo alborotado y recuerda la larga
conversación regada con vino que tuvo en la cena de ayer con Natalia. Después
de recordar y garabatear los recuerdos vividos entre los dos y tras descorchar
la segunda botella de vino tinto de Uruguay que estaba de oferta en el súper,
la conversación paso a temas transcendentales:
-
Somos exiliados,
como nuestros padres que emigraron en el 39 de España, nos han echado de
nuestro país- le dice a Natalia exaltado.
-
Bueno nuestros
abuelos emigraron más bien por causas políticas.- le puntualiza ella siempre
dando su tono cabal y con los pies en la tierra.
-
Y que es más
política que la economía- le reprende- nos han cortado las alas, las ganas de
vivir, las vías de escape y nos han obligado a emigrar.
-
Bueno tal vez
ha sido la mejor solución- me dice Natalia mirándome a los ojos.
-
Somos exiliados, sí, pero exiliados diferentes a nuestros abuelos. Exiliados románticos, a pesar de las dificultades, siempre iremos al encuentro de nuestro amor
idílico y a la vez efímera, con la única misión de sorprendernos a nosotros
mismos y de seguir sintiéndonos vivos. Como lo que he hecho yo contigo.- le
dice Julián con los ojos brillantes.
Julián no puede más que
sonrojarse ante tal recuerdo en su cabeza. Vergüenza ajena total. Una necesidad
extrema de meter la cabeza en el suelo como un avestruz. Maldito alcohol que
hace rebrotar las cloacas de sus sentimientos.
Julián
coge su cazadora de invierno, sus botas raídas, le da otro sorbo a lo que
quedaba de la botella de vino que había sobre la mesa y abre la puerta de aquel lugar
llamada hogar. Gente corriendo a izquierda y derecha. Ve primero ese cartel
gigante de U-Van, luego ve el nombre de la estación PANKOW y finalmente el
cartel de AUSGANG. Maldita Salida. NO HAY SALIDA. Texto originado de la fusion de dos momentos:
1. La Pelicula: Los exiliados romanticos. http://www.filmaffinity.com/es/film193161.html
2. La noticia. Descubren habitacion amueblada en el metro de berlin