AL RITMO DEL CARACOL
Siempre me ha gustado mi trabajo, pero hay
días en los que hubiera sido mejor pegar una patada al despertador y permanecer
acurrucado entre las sabanas de la cama.
Ocho de la mañana. Mi motor vital esta al
ralentí y avanza lentamente entre bostezos. Pero en minutos comienza la montaña
rusa. Tengo barra libre en esta atracción y haga lo que haga no me puedo bajar.
Subidas y bajadas. Caras desencajadas. Acelerones y frenazos. Gritos y caras de
desesperación. La primera vuelta del carrusel se afronta con energía y
decisión. Pero las siguientes van martilleando mi cerebro y comienzo a
arrastrarme como un reptil por las diferentes reuniones que tengo esta mañana.
Solo me queda replegarme y de vez en cuando lanzar un zarpazo o lanzar mi
veneno con mi lengua bípeda en aras de alejar el peligro, pero tengo la certeza
de que tarde o temprano el problema volverá a llamar a mi puerta. En todo
momento actúo pasado de revoluciones, nervioso, en un constante estado de
excitación y tratando de dar explicaciones a cada trampa que me encuentro en mí
camino. Mi traje sigue impoluto, pero tengo la sensación que no he hecho más
que revolcarme por el barro. Nada ha salido bien y solo he recibido golpes y
palos. No tengo ni un moratón, pero me duele el cuerpo como si me hubieran
pegado una paliza.
Esta mañana yo era la estrella y un foco me
apuntaba sin que pudiera salir de la escena principal. Los actores secundarios no han dado la talla
y yo he tenido que coger la estrella del sheriff. Pero mi papel era el del
anti-héroe cobarde y borrachín y mi actuación creo que no pasara de mediocre en
un espagueti ti western de Sergio Leone.
Tres de la tarde. Hace un calor aterrador y
el nudo de la corbata me aprieta más de lo normal. Necesito respirar y airear mis
sudorosos sobacos fuera de la oficina. El sol golpea con fuerza desde su
posición de privilegio. Este protagonista mira dubitativo a su alrededor. Solo
y rodeado de edificios de hormigón. Una gota resbala suavemente por su frente.
Momento crepuscular. Mira a izquierda y derecha. Unas luces de neón que
intentan encenderse y apagarse llaman mi atención y debajo de ellas un gran
cartel con la palabra MENUS ECONOMICOS. Hoy no estoy para cocina
desestructurada y platos cuadrados. Necesito desconectar.
Entro en el restaurante. Unos currelas
esperan en la barra a pagar su cuenta. Todos con su purito en la mano y una
copa con un licor no identificado de color marrón en la otra. Un camarero con
un delantal lleno de manchas me indica que me siente en la mesa del fondo.
Estoy apartado del resto de gente, será su mesa VIP, pienso, mientras sonrió a
una pareja que come a mi lado. Sobre la mesa hay un mantel de papel y cubiertos
con marcas de haber sido utilizados demasiadas veces. Reviso la carta escrita
sobre un folio arrugado y me decanto por Ensalada de la casa y Pollo al ajillo.
El camarero me responde con un “Perfecto
caballero”, me sonríe delatando un dientes de tono grisáceo y me trae una
bonita botella de vino peleón sin etiqueta. Relleno mi copa y cuando voy a darle
un sorbo ya tengo delante de mi la ensalada de la “casa”. No son mi brotes
verdes de Alsacia, ni el tomate importado de California, ni se parece al atún traído del Vietnam que mi apetito
gourmet suele degustar, pero hoy necesito una cura de humildad. Comienzo a
enredar mi tenedor entre las tiras de zanahoria cuando descubro a un pequeño
bichito acurrucado bajo una hoja de lechuga. Es un caracolillo, me apunta con
sus cuernos y parece que me mira con cara burlona.
En otro momento me hubiera levantado, hubiera
pedido la carta de reclamaciones y mis gritos se hubieran oído tres calles mas
abajo. Pero hoy ya había tenido bastantes peleas, deje que ese caracol se
posara en mi tenedor, lo situó sobre el mantel de papel y sigo comiendo como si
no hubiera pasado nada.
Lo veo tranquilamente desplazarse por el mantel
sin ninguna prisa y pienso, ¿Y si todos nos convertiríamos en caracoles,
como sería nuestra acelerada vida?
Lo primero que me viene a la cabeza son ideas
gruesas.
Por fin los cornudos podrán salir con
dignidad a la calle pensé. Llego el día en que esas personas que sufren en
silencio las traiciones del amor, podrán salir de su casa orgullosos y luciendo su cornamenta al sol.
Ya no hay vergüenza, porque la gente te apunte con su dedo acusador. “Son mis
cuernos y son solo míos”: será la respuesta. O directamente un ataque como
defensa: “¡Ya te gustaría a ti tener unos cuernos tan bonitos y brillantes como
estos!”. Todas las personas en las plazas y pueblos sacarían sus cuernos al sol
y no solo se sentirían bien por ello, serian felices. Así son los caracoles.
La segunda figura que quedaría dignificada
sería la de los arrastrados. Esos días que te
odias a ti mismo por no seguir tus ideales llegaron a su fin. Te
encuentras a tu jefe por la mañana y le sueltas de carrerilla y sin respirar.
Lo que usted quiera mi querido jefe. Ha
tenido una idea brillante. Es imposible que esa idea se me hubiera ocurrido a mí.
Se le ve mas guapo que otros días Por
usted no pasan los años. No se que seria de esta empresa si usted no estuviera.
Y todo esto sin que el llegue a abrir la boca.
Me arrastro si, pero viene en mis genes, es
la forma de ser de los caracoles. Arrastrarse por el mundo para ir avanzando en
la vida. Tu jefe hinchado como un pavo real y tu contento que para eso eres un
caracol arrastrando tu casa a cuestas.
Luego me vino a la mente una idea feliz. Un
anuncio que veía a menudo en la teletienda en mis noches insomnio comenzó a dar
vueltas por mi cabeza. La crema de baba de caracol. Esa que te hace
rejuvenecer, que te hace más feliz, que te hace sanar tus enfermedades y que te
hace ser mejor. Imaginar un mundo en el que todos fuéramos caracoles. Todos
segregando las 24 horas del día baba de caracol. Nosotros seriamos productores
de nuestro propio elixir para tener una vida estupenda. Todos guapos y jóvenes
de por vida. Ahí os quedáis BRAD y ANGELINA. Todos somos tan guapos como
vosotros. De hecho me creo que al final los atractivos al final serian aquellas
personas que tuvieran alguna mutación y no serian capaces de generar ese brebaje
mágico. Ellos, a los que le saldrían arrugaras en la cara, a los que les
saldría celulitis, serían al final los sex symbols y la gente atractiva. La
gente diferente. Al final se haría justicia y los feos vendrían a ser iconos de
la moda de este mundo. Viva el mundo de los caracoles.
Mi cerebro cabalga rápido y las
interconexiones entre mis neuronas se activan. Este mundo de caracoles comienza a tener sentido
en estos tiempos que vivimos. Llega la crisis y los partidos políticos solo
piensan en recortar. Los servicios sociales se desmontan y el sistema no es
viable. Es la hora de montar el PTSC, el PARTIDO SOMOS TODOS CARACOLES. Esta
claro que con nuestro propio sudor, la baba de caracol, el gasto en hospitales
se reduciría notablemente. Somos inmunes a este mundo o eso espero. Lo que dice
la Teletienda
a las 5 de la mañana va a misa. O por lo menos dejar que me lo crea que este
mundo caracoril tiene buena pinta. Por otro lado un tema candente que es el
tema de la vivienda estaría solucionado. Viviríamos en un mundo justo, toda
persona nacería con una casa debajo del brazo. Un caracol. Una concha. La
vivienda como un derecho adquirido. Todos son ventajas en este mundo de
caracoles. Nuestro partido tiene todas las de ganar.
Sigo pensando y me imagino como serían las
películas de acción con caracoles. Cuatro caracoles se bajan de su coche con su
pasamontañas delante de un banco, sacan sus armas y deciden veloces entrar en
el banco. Acción, acción no se si veríamos. 3 días los caracoles hasta que
llegan hasta el mostrador de la caja.2 días para ir hasta la caja fuerte.2 días
en realizar su escapada. Las películas iranis sin diálogos comienzan a tener más
acción que esto. Seguro que los caracoles jubilados con tiempo libre acomodan
sus conchas enfrente de los bancos para poder ver estos atracos en directo.
En eso que el director de la sucursal intenta
activar la alarma y le cuesta día y medio llegar al botón. Todo tensión y
suspense. La policía rauda y veloz sale de la comisaría y llega al banco para
interceptar el atraco. Lucha a muerte dos días después dentro de la sucursal.
La industria de rollos de cine se haría millonaria. Kodak es la empresa mas
importante del mundo. Películas de 7 horas para captar secuencias que durarían
tres minutos en nuestro mundo. No son secuencias a cámara lenta, es el mundo
caracoril.
Una estruendosa risa sale de mi cuerpo,
jajajajaja. Las mesas de al lado me miran comentando entre diente. “ Este tipo
esta loco”.
No se
lo que tenia este vino peleón o es que me he metido demasiado en el papel, pero
las agujas del reloj son dos cuernos de caracoles que me dicen que es hora de
irme. Es hora de volver a mi jaula de grillos particular. Me dan ganas de
tardar tres días como las películas de acción de los caracoles, pero sale mi
parte responsable y vuelvo a mi trabajo.
Cinco de la tarde. Entro a la sala de
reuniones. Un público voraz me espera para comenzar mi lapidación pública.
Cojo el micrófono y me dirijo a ellos.:
“Buenas tarde señores caracoles”
Un murmullo inteligible inunda la sala.
Dudo unos segundos ,sonrió y rectifico
:”Perdón, buenas tardes a todos señores y caballeros, un segundo que apago mi
móvil, para que no nos moleste”
Simulo que apago el móvil y escribo en mi
teléfono en tareas pendientes.
URGENTE COMPRAR CREMA DE BABA CARACOL.