El hombre se acuesta
temprano. No puede conciliar el sueño. Da vueltas, como es lógico en la cama.
Cierra los ojos con fuerza. Cambia de postura. Boca arriba.
Boca abajo. Posición fetal. Los pies en la almohada. La almohada a sus pies.
Pero no es capaz de cruzar el camino de baldosas amarillas que le lleve hasta
el sueño. Duda unos segundos y encuentra la posible fuente que solucione su
problema.
Su portátil y su página de inicio GOOGLE. Una a una va
probando las soluciones que llaman a su puerta.
- Orientación de la cama al sur. NO.
- Orientación de la cama al norte. NO
Desorientado la única consecuencia que logra es el grito del vecino de abajo por el ruido: “¡Que
la gente de bien trabaja, cabron!
-20 flexiones y 20 abdominales. NO. Solo le recuerda que
tiene que volver al gimnasio.
-Pelar una cebolla. NO. Ahora el hombre no solo no puede
dormir, sino que también llora en la soledad de la noche.
-Encender la tele. NO. Los programas de 902 no hacen más que
provocarle una incesante necesidad de llamar y resolver esos estúpidos crucigramas
que una señora con un gran escote explica con voz chillona.
-Leer un libro. NO. De repente ese ser repugnante que veía zapeando
en Intereconomia, Juan Manuel de Prada, le empieza a gustar y ese libro que
siempre repudio al ver su cara en la contraportada se convierte en
indispensable.
-Contar ovejitas como en los cuentos. NO. Estas se revelan y sus balidos no hacen más
que despejar aun más su mente.
Los ojos abiertos de
par en par mirando al techo. Y el sueño que no llega
A las tres de la
madrugada se levanta. Despierta al amigo de al lado y le confía que no puede
dormir.
Este preocupado le mira y le dice. Te pasa algo. Tienes mala
cara. El hombre le repite al amigo: “no puedo dormir, nada más”. El amigo desconfiado le pregunta por el
trabajo, por su pareja, por la vida. Todo bien. Le acaban de ascender, momento
dulce con su mujer y feliz como una perdiz. Ninguna barrera que le impida
dormir a pierna suelta y poner un final feliz a esta historia de insomnio.
El amigo insiste como voraz detective. El hombre responde
sin tapujos a ese chequeo vital.
-Salud. Bien.
-Dinero. Acabo de terminar de pagar la hipoteca.
-Sexo. A tope.
-Amigos. La agenda repleta.
-Suerte. Un tercer
premio en la lotería.
-Coche. Me acabo de comprar un BMW.
-Amigas. Me las tengo
que apartar de lo pesadas que son.
-Inseguridades. Ninguna
-Deportes. En plena forma
-Calvicie Prematura. No.
Momento de silencio. El amigo le mira a los ojos. El interés
se convierte en desprecio. La preocupación en un “te lo mereces” y el afán de
ayuda en un “algo habrás hecho”.
El amigo deprimido por tanta perfección le abandona a su
suerte, sabiendo que él tiene algo que aquel hombre no tiene. Sueño.
Como naufrago abandonado a su maldita buena suerte y sin un sueño
que llevarse a la cama, aquel hombre sigue sin poder dormir.
Esta vez acude al médico.
Como siempre sucede, el médico habla mucho, pero el hombre no se duerme.
A las siete de la mañana...sus
ojos se cierran súbitamente. El cartel
de dulces sueños lo deja a la izquierda y comienza a transitar por la peor pesadilla que se puede imaginar. Está en su
cama y no se puede dormir. La realidad se hace sueño. Su sueño no se
hace realidad. El hombre está ahí por
fin dormido, pero él sigue con los ojos abiertos.
El insomnio es una
cosa muy persistente.
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