Acto primero. La Reconquista
7 de la mañana.
Mi mejor compañero matutino es la radio. Pero hoy sale hablando un
señor que imagino barbudo y tosco. Grita desairado que hoy comienza
la Reconquista. Sudores fríos por la espalda. Abolir. Prohibir.
Recentralizar. Regresar. Apago con un movimiento nervioso el aparato.
- “¿Por que lo quitas? Tenían que llegar y ya están aquí”.
Sus manos toscas
como lijas me hurtan el emisor de malas noticias y lo encienden de
nuevo.
Noto su aliento
agrio al acercarse
-
“Esto no son como tu y tus amigos, ja,ja,ja...” - Veo sus
dientes grises relucir. Su carcajada me da asco. Mi garganta se
cierra y la tostada se queda atrapada en mi glotis. Me levanto de un
respingo y escapo. Solo se escapar. Y de tanto escapar siempre vuelvo
al mismo sitio. Fugitiva circular hacia ninguna parte.
Acto segundo. La huevera.
Reviso la etiqueta
de ese paquete de galletas. Nunca fui buena con los números. ¿Los
buenos son los Kilo julios o las calorías? -Me interpelo a mi misma
en un monologo idiota. Un olor conocido me atrapa por la espalda y un
dolor agudo en el brazo me recuerda que ni calorías ni ostias.
Aterrizo de golpe en la tierra y el brazo peludo me lleva en
volandas.
-“Vamos Barbara,
que parece que estas atontada”
Agacho la cabeza y
sigo al carnero. Se para delante del pasillo de cervezas.
-”Estúpido
ahora no tienes prisa. Te odio. Te aborrezco” - Mi labio inferior
vibra y aprieto mis puños hasta que mis frágiles dedos dicen basta.
-“Otra vez
pensando en las musarañas. No espabilas, Barbara”
Me atropella a su
paso. Me trastabillo. Y solo me sale un: “Joder, Tomas”.
Me levanto furiosa
con ganas de arañarle la cara como una gata en celo. Pero mi cuerpo
no me obedece. Hay algo que no me deja avanzar. Una mano suave me
entrelaza sus dedos. Me da una huevera y me dice: “Úsala. No
estas sola”. Levanto de nuevo la mirada y la mano ha desaparecido.
Me incorporo y con
la mirada perdida llego a la caja donde esta Tomas.
-¿Huevos? ¿Pero
si sabes que no me gustan? Barbara estas muy mal.
Paso de largo le
ignoro y deposito mi regalo en el carro.
Acto tercero. La llamada
Discusiones.
Gruñidos. Soy esa actriz descolocada que nunca sale en plano. Soy la
directora a la que su iluminador siempre le deja en negro. Soy la
protagonista de mis peores pesadillas y lo peor es que lo he elegido
yo. El detector perfecto de idiotas, unido a una esperanza inagotable
de que todo ira mejor, junto a la mentalidad de sufridora de mi
madre, me llevo a este calabozo de falsas ilusiones en la que lo
único positivo que veo es una luz al final del túnel que me lleve
al otro barrio.
Positiva que se ha
vuelto una. Después de pasar mis huesos por la trituradora de la
realidad solo te queda reírte. Si no me rio me muero. Y si me muero
he perdido. Así que me rió y punto. Aunque corran lagrimas por mis
mejillas, prefiero reír para no darme por vencida. Antes muerta que
vencida. Así que ni vencida ni muerta. Ante mi destino solo me rio.
En esas que hoy
toca para comer arroz a la cubana. Cojo de la nevera esa huevera
olvidada que alguien me regalo agarrándome suavemente la mano. Y es
entonces cuando vislumbro esos números torcidos, de trazo nervioso y
que chisporrotean mi mente como si ya estuvieran los huevos en aceite
hirviendo.
No pienso. Llamo.
No lloro. Hablo. No rio. Me excito. No pienso. Grito. No lloro.
Acuerdo la cita. Y ahora si. Rio. Rio. Y no paro de reír.
Acto cuarto. La PAZ
Suena el
despertador. Sonido mortificador que me recuerda que debo seguir
viva. De un codazo despierto a la fiera de sus ronquidos.
-¿Que?¿Que?
¿Que......?
El cuarto Que no
lo oigo desde la cocina, pero si de nuevo sus ronquidos.
Vuelvo al cuarto y
de un tirón el nórdico cae al suelo. Dejo ese cuerpo adiposo al
descubierto que hasta mi sufridora madre vomitaría al verlo y le
digo: “Son las 7. Levántate”
Me siento en mi
mesa de la cocina. El mejor momento del día. Los 15 minutos entre
que le idiota se levanta y se ducha. El ruido de la cafetera
italiana. El olor de las tostadas. El roce de la mantequilla con el
pan crujiente. Cerrar los ojos y notar que sigo viva.
- “Vas a perder el autobús”- Le doy el bocadillo, le abro la puerta y le apunto la puerta de salida como una azafata de vuelo.
El hace amago de
despedirse con un beso. Yo le paro con la mano y le rozo con mis
nudillos su cara. El idiota lo interpreta como un gesto de cariño.
Cojo mi taza de café y me situó en la butaca numero 1 del pasillo
que hay junto a la ventana de la cocina. El actor principal sale del
portal. Aparecen unos actores secundarios con pasamontañas negros en
la cabeza. Tomas se resiste. Los actores dicen sus frases sin
palabras. Tomas cae. Ellos repiten su texto mudo una y otra vez. Doy
otro sorbo al café. Tengo ganas de ver esta escena. Tomas grita. Las
dobles ventanas amortiguan su interpretación. Este es un paso
privado. Nadie te echara de menos. Nadie te ayudara. Nadie pagara mas
por tu culpa. Ríos rojos irrumpen en la escena. Los secundarios
rematan su secuencia con los pies. Una y otra vez. Hasta que
desparecen de plano. El actor principal se queda en pause. Inerte
quieto. Parece mirar a mi ventana. Parece suplicar ayuda. Cojo mi
mando de la tele y bajo la persiana. Apoyo mi espalda en la pared y
por fin respiro. Respiro. Respiro. Respiro y rio.
Acto quinto . Ave Fénix
He pasado media
vida muerta de miedo por si perdía cosas que ya he olvidado.
Olvidar. Borrar.
Desterrar.
Por no pisar a
nadie, por timidez, por miedo a lo establecido nunca me atreví a
bailar.
Postergar.
Suprimir. Exiliar
Me creí inútil,
débil, inane, incompetente, pero lo único que sufría era una nube
negra que no me dejaba ver el sol.
Ignorar. Tachar.
Confinar.
Soy fuerte.
Seguramente igual que antes. Solo que ahora si lo se.
Reír. Reír.
Reír.
Abro la puerta de
casa. Es hora de sacar los colmillos.
Pero antes rescato
mi huevera. El artefacto que encendió mi luz de luciérnaga.
La meto en mi
bolsa de tela.
Para
las que vengan.