En
cualquier otra circunstancia hubiera disfrutado de un largo paseo y
me hubiera alejado de aquella marabunta de gente. No me gustan las
fiestas, pero hoy necesitaba la protección de la muchedumbre que
tanto odiaba. Mezclarme entre la mochufa. Ser una oveja mas del
rebaño. Espero ser la negra por lo menos. Bajar la mirada y
convertirme en un habitante furtivo de mi propio cerebro. Modular mis
pensamientos y silenciar las angustias. Ser una mas en un cuerpo gris
con la gabardina siempre puesta.
Un
dos tres al escondiste ingles.
Doy
un sorbo al café, entre página y página del periódico, levanto la
mirada y ella en el fondo del plano mueve la cabeza y deja de
observarme.
Un
dos tres al escondiste ingles.
Abro
los ojos en busca de una bocanada de aire después de hacer tres
brazadas seguidas en la piscina olímpica y en una esquina apoyada en
el cemento de la pileta veo unos ojos que me retiran su vigilancia.
Un
dos tres al escondiste ingles.
Espero
a que salgan los billetes de la ranura del cajero, y en el instante
que aparece el mensaje “Recoja su dinero”, veo el reflejo de su
sonrisa en el espejo, seguida por su nuca. Nada mas.
No
tenía escapatoria. El juego del gato y el ratón. La puerta de
salida estaba delante de mis ojos, pero una macula vital ensombrecía
mis movimientos. Laberinto de espejos en el que siempre veía
reflejado mis ojos azules. Miradas convexas que me atrapaban.
Un
conejo burlón me decía. Despierta Alicia llegas tarde. ¡Estoy
despierta, ostia!: respondía enfadada. Desde hace unas días tenia
la sensación que alguien me seguía. Que alguien me vigilaba siempre
a mi espalda. Un fallo en Matrix me hacía repensar mis dudas
existenciales. Pastilla roja o Pastilla azul. Es
inútil escapar de uno mismo, tarde o temprano nos topamos con
nuestro propio ser, nos guste o no.
Escapo
a trompicones. Torpemente abro la puerta de aquel local. Refugio
oscuro de bebedores que no quieren ver la luz del día. Me tiemblan
tanto las manos que el camarero me reconoce como un parroquiano mas
en busca de su dosis diaria. ¿Te pongo algo, cariño? Me tomo de
golpe el brebaje que me pone ese desconocido. Noto como me arde la
garganta. Estoy a punto de vomitar. Pero al llegar al estomago, noto
un calor agradable que me tranquiliza. Cierro los ojos. Respiro
profundamente. Solo se oyen los ruidos de la maquina de petacos del
fondo del local.
Kling.
Klong. Estoy bien. Estoy tranquila. Kling. Klong. Bola Extra. No me
va a pasar nada. Kling Klong. Tranquilidad. Serenidad. Kling Klong.
Mi momento vital de mayor sosiego que recuerdo en muchos dias. Kling
Klong. El sonido me hipnotiza. Kling Klong. Nada me perturba. Kling
Klong. Nada me puede molestar. La bola deja de sonar. Una mano se
posa sobre mi hombro. Me doy la vuelta y oigo:
-”Tenia
ganas de conocerte”.
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