Amargo Desenlace. Finales
infelices. Se dejaron las perdices.
Colorin Colorado este cuento no ha acabado. No siempre uno mas uno son dos. A veces son
tres. A veces ninguno. En ciertas ocasiones uno se encuentra con un portazo en
las narices. O en otras se encuentra feliz de la vida sin saberlo.
Todo depende de la dulce fortuna.
Tal vez todo este escrito. El destino se volverá a reír de ti a la cara como siempre. O por una
vez los perdedores no agacharan la cabeza.
Ella se levanto pizpireta y estuvo cuarenta y
cinco minutos de reloj arreglándose el pelo. No consiguió que el el rizado
fuera exactamente igual que el de la revista de muestra que le había llegado a
casa y decidió colocarse un moño. “Moderna, pero informal”: se reafirmo
mirándose al espejo. El tenia dos prendas tipo. Una camiseta negra con mensajes
incrustados que llamaba chistes y unos
vaqueros roídos que hacía tiempo pasaron por una lavadora. Ella salió de casa y
se fue mirando en todos los escaparates. El cruzo el paso de cebra evitando
disimuladamente tocar la parte que no estaba pintado de blanco. Ella llego
tarde a la parada de bus. El impaciente miraba a izquierda y derecha esperando
el advenimiento diario en forma de mechas rubias. Ella se salto la cola establecida
y entro la primera sin pedir disculpas. El ultimo de la fila era él y eligió
sentarse de pie cerca de su cielo. Ella abrió el móvil. El cogió su libro que
le hacia de escudo protector con el resto del mundo. Ella no levantaba los ojos
de su pantalla. El como agente secreto observaba de reojo. Muchas veces mandaba
sondas espaciales no tripuladas con su mirada. Pero siempre se perdía la señal
o la llamadas se veían interceptadas por esa señora mayor con la cara colorada
como el planeta rojo que si tenia sintonizada su frecuencia interestelar. Ella
no se daba cuenta de nada. El anotaba todo en su libreta naranja de escritor en
la luna con una goma romántica que
circunscribía su corazón. Vivían en
mundos paralelos que nunca se cruzaban. Solo ese cuarto de hora en aquel
autobús con turbogeneradores unía sus planetas. Universos separados por
millones de años luz que encontraban un agujero de gusano que parecía comunicar
sus sentidos. El astronauta decidió salir de su capsula y pisar tierra firme.
Poner su sistema gravitacional en alto y dar pasos de 7 metros hacia esa luna
con dos cráteres en forma de hoyuelos perfectos en sus mejillas. Un agujero negro que absorbía la
luz y todo lo que se pusiera por delante
aniquilo al aventurero. Ella deja caer su café del starbucks en forma de
basura espacial. El cosmonauta no lo vio venir y tropezó torpemente
poniendo su rodilla a tierra. Ella ni se
inmuto. Al ver llegar su parada y como
anillo de saturno siguió girando. La fuerza centrípeta de aquel planeta
con mechas expulsó a su paso a nuestro valiente Neil Amstrong hacia el fondo
del pasillo. Nuestro heroe cogio la suficiente velocidad como para desprenderse
de sus propulsores y una vez en órbita pudo vislumbrar todo la inmensidad del
espacio a sus pies. Allí al fondo escondida en el ultimo asiento descubrió un
nuevo planeta sobre el que nunca había recurrido. Ella era minúscula. Con un
flequillo recto y unos ojos diminutos que se ocultaban debajo de unas gafas
negras. Un libro le parapeta y amortigua el impacto: La odisea. Astronauta
griego fuera de órbita aterriza en planeta desconocido.
Pasan unos segundos. Houston
tenemos un problema. Parece que no hay aire en esta órbita. Un fuerte dolor en
las costillas no le deja respirar. Ella da un respingo y acaricia su mejilla
para tranquilizarle. Mira sus constelaciones en forma de ojos verdes y el aire
empieza a circular por los conductos espaciales de sus pulmones. El casco
interespacial que convierte CO2 en oxigeno empieza a carburar y se dibuja una
sonrisa en su cara. Astronauta que rima cohetes de amor ha encontrado planeta
con vida alienigena. Tal vez puede ser humana.
-
¿Que es esto?- Le dice llevándose a los labios
los restos de basura espacial que había
en su frente.
-
Restos de un aterrizaje que no acabo bien – le responde
en tono heroico.
-
Sabe amargo- le reprende chasqueando la lengua.
-
En ese universo no había azúcar. Se acabaron los
momentos amargos. ¿Quieres un caramelo?
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