jueves, 28 de febrero de 2019

Un Gris en busca del Dorado



Gris. El de la policía franquista que da palos en tu corazón.
Dorado. El de la ciudad que perseguían los conquistadores españoles en  busca de ese oro que recuperará latidos perdidos.

La estupidez  rezuma a borbotones por tú boca y no dejas escapar ocasión para destrozar oportunidades. Encadenar un fallo tras otro como ese ludopata que apuesta sus últimos cincuenta euros con la esperanza de que pueda pagar la hipoteca. El que se bebe la ultima copa con la ilusión de no llegar a casa. El que llama a sus amigos y recibe un fin de llamada por respuesta. Los escendidos vasos, las largas colas del que busca un calor que se escapa. Engañarte a ti mismo. Escapada hacia delante con las lunas tintadas. Vasos vacíos y luces apagadas. Rol de perdedor grabado en la piel. Gorra de kamikaze que circula por el carril equivocado.

Pero llega un día en el que las cartas ya no están marcadas. Los grises dejan de dar palos. Las velas no se rompen. El viento sopla en el lado adecuado. El grumete subido al palo mas alto grita tierra entre sollozos.
No mas lagrimas. Las lagrimas a partir de ahora serán solo de limpieza. Un procedimiento frio y automatizado que los humanos necesitaremos para poder seguir viviendo. Para depurar y poder seguir adelante. Sin dolor. Sin sufrimiento.

Todo se ve desde otro prisma. No estas ni mejor ni peor. Eres el mismo de antes. Pero esta vez los dados  suman 11 y la banca no se lleva todo por delante. El crupier te guiñara el ojo. No te molerán a palos. Estimado cliente en esa ventanilla le retornaran sus ganancias. Te has puesto esas gafas de sol con orejeras que literalmente hace que todo sea algo secundario. Sabes que llegarás a casa. Abrirás la puerta y oirás esa voz al fondo del pasillo que te tranquiliza. Que te da calor. Los problemas son menos graves. Las dolencias retumban menos y los ruidos son modulados. No serás más afortunado. No serás más rico. Serás tu mismo. Serás mas feliz. Adiós derrota. Hola Victoria. Has llegado al dorado. Ese dorado lo tienes delante de tus ojos. Eres Tu.

martes, 19 de febrero de 2019

Doppelganger



En cualquier otra circunstancia hubiera disfrutado de un largo paseo y me hubiera alejado de aquella marabunta de gente. No me gustan las fiestas, pero hoy necesitaba la protección de la muchedumbre que tanto odiaba. Mezclarme entre la mochufa. Ser una oveja mas del rebaño. Espero ser la negra por lo menos. Bajar la mirada y convertirme en un habitante furtivo de mi propio cerebro. Modular mis pensamientos y silenciar las angustias. Ser una mas en un cuerpo gris con la gabardina siempre puesta.

Un dos tres al escondiste ingles.
Doy un sorbo al café, entre página y página del periódico, levanto la mirada y ella en el fondo del plano mueve la cabeza y deja de observarme.

Un dos tres al escondiste ingles.
Abro los ojos en busca de una bocanada de aire después de hacer tres brazadas seguidas en la piscina olímpica y en una esquina apoyada en el cemento de la pileta veo unos ojos que me retiran su vigilancia.

Un dos tres al escondiste ingles.
Espero a que salgan los billetes de la ranura del cajero, y en el instante que aparece el mensaje “Recoja su dinero”, veo el reflejo de su sonrisa en el espejo, seguida por su nuca. Nada mas.

No tenía escapatoria. El juego del gato y el ratón. La puerta de salida estaba delante de mis ojos, pero una macula vital ensombrecía mis movimientos. Laberinto de espejos en el que siempre veía reflejado mis ojos azules. Miradas convexas que me atrapaban.
Un conejo burlón me decía. Despierta Alicia llegas tarde. ¡Estoy despierta, ostia!: respondía enfadada. Desde hace unas días tenia la sensación que alguien me seguía. Que alguien me vigilaba siempre a mi espalda. Un fallo en Matrix me hacía repensar mis dudas existenciales. Pastilla roja o Pastilla azul. Es inútil escapar de uno mismo, tarde o temprano nos topamos con nuestro propio ser, nos guste o no.

Escapo a trompicones. Torpemente abro la puerta de aquel local. Refugio oscuro de bebedores que no quieren ver la luz del día. Me tiemblan tanto las manos que el camarero me reconoce como un parroquiano mas en busca de su dosis diaria. ¿Te pongo algo, cariño? Me tomo de golpe el brebaje que me pone ese desconocido. Noto como me arde la garganta. Estoy a punto de vomitar. Pero al llegar al estomago, noto un calor agradable que me tranquiliza. Cierro los ojos. Respiro profundamente. Solo se oyen los ruidos de la maquina de petacos del fondo del local.

Kling. Klong. Estoy bien. Estoy tranquila. Kling. Klong. Bola Extra. No me va a pasar nada. Kling Klong. Tranquilidad. Serenidad. Kling Klong. Mi momento vital de mayor sosiego que recuerdo en muchos dias. Kling Klong. El sonido me hipnotiza. Kling Klong. Nada me perturba. Kling Klong. Nada me puede molestar. La bola deja de sonar. Una mano se posa sobre mi hombro. Me doy la vuelta y oigo:

-”Tenia ganas de conocerte”.

Negro





Con la mente en blanco y sin poder pensar. Mi cerebro se va a negro. Una hoja en blanco me mira y mis dedos son incapaces de moverse. Incapaces de teclear. Incapaces de expresarse. Un oleo en blanco incapaz de ser manchado. Una lente defectuosa. Un rollo de película rayada.
Negros nubarrones revolotean en mi cabeza y una pereza inútil me provoca una ceguera literaria que maniata mi imaginación. Mi personaje siempre muere en la primera página. La tinta se desliza por la hoja sin afianzarse, rápidamente se desmorona y un borrón blanco mancha cada uno de los folios. Mi historia viaja siempre por caminos secundarios. Justo en el momento que encuentro la entrada a la autopista me topo con ese maldito peaje que no me deja pasar.

Mi cerebro no quiere arrancar. Pause pulsado y el botón de avance estropeado. Los cabezales de mi viejo vídeo Beta chirrían intentando reproducir esa cinta que hay en el videoclub de mi cabeza. No hay nada, solo puro egocentrismo. Solo yo. Nada más. Nada que contar. Nada en blanco. Todo en negro.

Me incorporo, abandono mi escritorio vació de palabras y me miro al espejo. Pelo alborotado, mirada cansada, barba raída que sale sin fuerza y profundas ojeras marcan mi rostro. Ni estado de gracia, ni coraje ni inocencia. Solo estado de sitio y cobardía.

Escribe. Vamos escribe. Tú puedes. Lo has hecho antes. Ha llegado la hora. Lo necesitas. Te lo mereces
Tengo ganas de escribir. Mi mente está clara. No hay nada que me moleste. Lo tengo todo. Pero la pantalla sigue en blanco. Me levanto, recorro el pasillo. Me vuelvo a sentar. Quiero contar todo lo que me pasa. Me doy ánimos. Golpeo mi frente con las manos. Mis nudillos chocan contra la mesa. Estoy a punto de empezar. Pero la página sigue en blanco.

Pasar pagina es uno de los mejores finales felices posibles.
Si no haces mucho ruido, te dejo esconderte conmigo.
Mi querido negro.