martes, 23 de octubre de 2018

Calabacin Concentrado



Eres un calabacín insípido. Adalid de la torpeza. No vas a ser nadie en la vida. Acabaras troceado con unas verduras en cualquier callejón. Siempre ahí plantado y fijo. Estos jóvenes solo esperan ser regados y pasar los lunes al sol. Siempre se repetía, mi abuela, una berenjena de agricultura ecológica con ínfulas de clase alta venida a menos.

Paladín de la impericia. Tu color verde te delata. Estas sin hacer. Amateur diletante. Con un poco de suerte acompañaras a un buen chuletón. Pero seguro que no aprovechas la oportunidad. Te apartaran con el tenedor y morirás lentamente por la sangre supurada de esa pieza de carne. Mi madre siempre era muy agradable conmigo. Una Coliflor con dos carreras, un master y tres empresas. No soportaba que su hijo hubiera estudiado Bellas Artes. Siempre me animaba muy desagradablemente. Ella nunca confío en mí. Notaba que me miraba con cara de pena. Con la cara de un hijo que le había defraudado.
Yo era un calabacin de barrio, que trabajaba en el Carrefour y era manoseado por niños y amas de casa. Con suerte alguna vez llegaba a la casa de un vegano y era agasajado con un trato exquisito. Hotel 5 estrellas. Donde conocía a una calabaza simpática, a una lechuga muy graciosa que me abría su corazón, o tomaba unas copas con un seitan con el que había hecho buenas migas. Pero no nos engañemos lo normal era ser atrapado por alguien que realmente no te quería. Que me metía en su cesta por el remordimiento de conciencia que le producía comprar tanto azúcar y grasa. Acababa mis días solo en el fondo del frigorífico junto a un amigo limón con el siempre coincidía. Aprovechábamos a tomar las cervezas de la ultima balda y la cebolla partida por la mitad siempre nos decía que hacíamos mucho ruido.

Cada día cuando volvía de trabajar, lo malo no era recordar que mañana sería aún peor, lo nefasto era cruzarme con mi padre. Un pepino con un frondoso bigote que había llegado a teniente coronel del Ministerio de Frutas y Verduras. Notaba su rechinar de dientes cuando me cruzaba con el. Una arruga a la altura de los ojos se le aparecía y se iba alargando al oír mis pasos. Sus nudillos se tensaban y las semillas estaban a punto de salirsele por la boca. Merodeador de pacotilla. Granuja a doble turno. Sablista del futuro. El siempre muy elegante. Con su lenguaje del siglo XiX, me agasajaba con sus piropos y lisonjas.
Superheroe de barra de bar, ¿a que te vas dedicar hoy?

Esa ultima frase se me clavo en el alma. Superheroe. SuperCalabacin. Ese eres tú. Estruje mi cerebro para buscar un nombre. Pero al minuto me canse. Vi mi cara de falsa concentración en el espejo y una luz vino a mi. Calabacin Concentrado. Una mueca burlona apareció en el espejo. “CALABACIN CONCENTRADO”: grite.

Nadie más se reirá de mí. Ayudare a las ancianas a pasar los pasos de cebra. Subiré a los arboles a rescatar gatos perdidos. Apoyare mi mano sobre todo hombro que lo necesite. Dejare mi vida de cerrar bares y abriré mi corazón a los necesitados. Las mañanas no serán para estar en la cama. Volveré al gimnasio que nunca pise. Correré como sino hubiera un mañana. Mi madre coliflor por fin podrá decir orgullosa a sus amigas a que se dedica su hijo. Mi padre pepino llamara a su amiga la acelga que trabaja en el ayuntamiento para que me den la llave de la ciudad. Si usted tiene un problema, solo tiene que apuntar al cielo con la calabaza-señal y raudo veloz apareceré en su ayuda.

Pasados unos segundos note como me rugían las tripas y decidí que había sido un día demasiado intenso para mi. Apoye mi piel verde sobre el sofá. Recordé esa serie de Netflix que tenia a medías y decidí que iba a ser a lo que salvaría hoy.

Desde el pasillo, oí la voz de mi padre, Haragán Bergante, ¿ya estas otra vez tumbado?.
Si padre, la vida de superheroe es muy dura. No lo sabe usted bien.

Cariño, llama al medico, que creo que a nuestro misántropo zascandil se le ha ido la cabeza.

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